Ser abogado es difícil. Muy difícil, pero no se trata sólo de un trabajo mecánico, sino que los juristas, entre otras cosas, son uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho y de la democracia. Gracias a ellos podemos creernos aún que existe un derecho a ser defendidos y que somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario; el papel que juegan es básico y, si usted tiene un problema, puede estar seguro de que velarán por su patrimonio, tratarán de que salga lo menos perjudicado tras ser despedido o haberse divorciado e intentarán, en la medida de lo posible, que el trance de pasar por un juzgado para reclamar lo que usted cree suyo sea lo menos lesivo posible. Sin embargo, la profesión de abogado se enfrenta, aún hoy, a grandes peligros: la crisis económica también ha hecho mella en el colectivo, de forma que muchos despachos y profesionales las han pasado canutas; además, los ciudadanos, o muchos de ellos, aún no hemos entendido que la cultura del todo gratis es una ruina colectiva y que a los profesionales hay que pagarles. Si tienen un abogado en la familia pueden preguntarle si hay clientes que se niegan a pagar la primera cita porque algunos grandes despachos han tirado los precios. Los abogados jóvenes pasan un auténtico calvario para poder ejercer, haciendo frente a pasantías de hambre y a años sumidos en una precariedad lamentable. Las abogadas, si deciden ser madres, reciben una suma irrisoria de la mutua y, para todos ellos, ponerse enfermos es algo que simplemente no se pueden permitir so pena de meter a sus despachos en dificultades económicas. Pese a todo, ahí siguen, contra viento y marea: cobrando una miseria, tarde y mal, por la Justicia Gratuita, sufriendo descrédito cuando uno de ellos debe defender a algún implicado en un caso mediático, como si usted o yo o cualquiera no tuviéramos derecho a una defensa jurídica solvente y dando la cara ante la pira pública que hacemos los ciudadanos cuando hemos decidido, mal que nos pese, que alguien es culpable. Esta semana se llevan a cabo los actos de celebración del Colegio de Abogados: el pasado viernes, se le impuso la Medalla de Honor a Fernando García Guerrero-Strachan, decano de honor de la corporación; el miércoles, desde las seis de la tarde en el auditorio de la Diputación, se hará el homenaje a los togados que cumplen 25 y 50 años colegiados y se entregarán las medallas al Mérito en el Servicio de la Abogacía a Guillermo Jiménez Gámez y a Belén Villena Moraga, así como la Medalla de Honor a María del Mar González Ortega; el jueves se inaugura el Congreso Jurídico de la Abogacía Malagueña en el Palacio de Ferias de Torremolinos, que será clausurado el viernes y el domingo habrá una misa en la Catedral. Felicidades a todos los abogados.