Hace un año de la partida del novelista, ensayista y dramaturgo sueco Henning Mankell quien dio un giro expresivo a la novela negra tras el manifiesto éxito de su saga protagonizada por el famoso inspector Kurt Wallander. El escritor nórdico planteaba el hartazgo de la vida misma, del aburrimiento, en el tiempo el cual notas el cansancio reflejado en el espejo por las mañanas; cuando el desgaste comienza a plasmarse tanto en el gesto como en las emociones, llevándonos a recordar la convicción dictada por el autor estadounidense F. Scott Fitzgerald: «Evidentemente, la vida es sólo un continuo proceso de deterioro». Ese menoscabo y deslustre gradual al que nos sometemos desde los orígenes tanto nosotros como nuestros logros.

La alegoría del desperfecto y la imperfección quedaba enmarcada dentro un contenedor en la puerta de la Escuela de Baloncesto Los Guindos con decenas de placas, antiguos trofeos y copas, las cuales habían ido «tirando a la basura», según denunciaron padres de los chicos que entrenan cada día en este recinto. La voz de alarma saltó entre muchos de estos progenitores sorprendidos al contemplar parte de la historia de un club proyectada al vertedero. Unicaja no ha tardado en ofrecer explicaciones sobre el hecho alegando que se trataban de galardones y reconocimientos «muy deteriorados» correspondientes a torneos amistosos o agradecimientos, es decir, ¿de recompensas menores? Caben dos cuestiones: ¿Existe diferenciación entre los premios dependiendo de categorías y de su oficialidad? La respuesta la tienen los jugadores quienes los obtuvieron. La segunda interrogación ¿por qué se deja empeorar el estado y los valores deportivos inherentes a estas distinciones? Por ello, evoquen: la memoria es el único cielo del que no podemos ser expulsados. Reparemos el deterioro de los recuerdos.