Los cambios en la ordenación del tráfico a la entrada del PTA permiten ahorrar entre seis y quince minutos dependiendo de qué zona se proceda.

Se han cambiado rotondas y direcciones y se ha implantado un carril para vehículos con alta ocupación. El tiempo es lo más valioso que tiene uno. Aplicar la racionalidad por parte municipal y de Tráfico ha permitido pues un regalo a los sufridos conductores que cada mañana quieren alcanzar la tecnópolis a bordo de su automóvil. En seis minutos no se puede hacer mucho, pero por ejemplo son seis minutos más en la cama. Ya que cada cual los emplee como quiera. O seis minutos más desayunando, vistiendo al niño o leyendo un periódico. Seis o diez o quince minutos cada día van sumando tiempo y tiempo que se añade a la vida y se resta al cabreo de ir en el coche a la velocidad de la tortuga boba.

Seis minutos al cabo de diez días suma en total una hora de regalo. «Tu tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otro. Vive tu propia vida. Todo lo demás es secundario», dijo Steve Job, al que sin embargo, su enorme talento y su descomunal fortuna (y viceversa) no le sirvieron para comprar más tiempo. El tiempo es valioso, hasta el que nada tiene lo posee, dejó escrito Baltasar Gracián. No sabemos si escribir tanto sobre la prudencia y sus bondades le aportó celeridad o tranqulidad a su vida.

Admiro a la gente que no tiene tiempo para tener prisa. La gente más pelma son los cagaprisas, afortunado palabro que alguien debió acuñar despacio. Para inventar se necesita tiempo. Para llegar al PTA, también. Demasiado quizás. No hay que descartar que sea perniciosa la similitud de horarios y que también pudiera ganarse en fluidez, y no sólo en el PTA si todo el mundo no entrara a trabajar a la misma hora, o parecida, y ocurriera lo propio a la salida.

No descarten que el esfuerzo que han tomado los responsables de tráfico y movilidad en pensar les haya dejado agotados para pensar nuevamente. O en un atasco. Mental. Y que sea por eso por lo que no se apliquen medidas agilizadoras del tráfico en otros puntos de nuestra nunca bien ponderada ciudad y provincia. No tenemos todo el día. Ni siquiera para estar atrapados en el coche. Queremos nuestros seis o diez o quince minutos. De gloria o miseria. Nuestros.