El PSOE lleva una semana pidiendo perdón al PP, implorando a los populares para ser acogido en su regazo protector. Si el calendario dificulta un apoyo camuflado de abstención entusiasta, los socialistas se presentarán a las elecciones bajo el lema «Votar a Rajoy es de izquierdas, viva Soria». El presidente de la junta militar gestora ya ha advertido a los militantes de que deben conformarse con un voto cada cuatro años, porque un reforzamiento de la dosis podría repercutir en efectos indeseados, y de que deben dejar las decisiones relevantes en manos de los adultos. No aclara si esta limitación intelectual de los fieles al PSOE es la característica que precisamente les impele a votar a este partido. De hecho, los socialistas impulsaron el mecanismo de primarias para facilitar el posterior fusilamiento del dirigente elegido por las bases, a cargo de la cúpula partitocrática. Cuesta menos disparar sobre un secretario general elegido por la siempre sospechosa militancia.

La primera semana sin Sánchez ha demostrado que su ejecución no tenía nada que ver con el apoyo a la investidura de Rajoy, sino que arrancaba de profundas disensiones ideológicas. Por eso la junta se ha empleado en entregarse de inmediato al PP, una fusión que debe cursar sin preámbulos ni perversiones del lenguaje. Por ejemplo, «abstenerse es apoyar», en contra del matiz negativo que introduce Javier Fernández para dulcificar su fascinación por el mejor amigo de Bárcenas. El presidente de la junta también ha de vigilar su denuncia de que Sánchez «podemizó» al PSOE. No solo por la pésima elección verbal, pese a la rima esclarecedora con «satanizó». Algún militante descarriado puede recordarle al juntero que el único pacto sellado por el secretario general decapitado fue con Ciudadanos. Sería más correcto concluir que Sánchez «ciudadanizó» a los socialistas, un enunciado igualmente ofensivo para la junta porque hasta Albert Rivera se sitúa a la izquierda del PSOE renovado.

Si Sánchez satanizó, perdón «podemizó», al PSOE, obró con torpeza mayúscula porque Podemos le ha arrebatado la supremacía de la izquierda a los socialistas en numerosas circunscripciones. Además, todos los votos del partido diabólico se han destinado de momento a apoyar a candidatos socialistas. La junta gestora debe aclarar si pretende estimular la pérdida de las decenas de ciudades y comunidades clave que Sánchez les dejó en herencia, porque les resulta intolerable repartir cargos a militantes socialistas con el respaldo gratuito de Podemos. Dado que la mayoría de estas instituciones huérfanas pasarían a manos del PP, puede hablarse de otro encomiable gesto de integridad del nuevo socialismo.

El mantra atosigante de la semana determina que el PSOE no puede permitirse unas terceras elecciones. No porque la convocatoria semestral suponga una burla al electorado en general, sino porque los socialistas sufrirían una derrota espantosa. ¿Quién lo dice? El PSOE, el primer partido en la historia de la democracia que confirma su fracaso meses antes de que se abran las urnas. ¿Cómo lo sabe, vista la nula credibilidad de las encuestas? Se ignora. Sorprende la convicción en la derrota, dado que supuestamente se guillotinó a Sánchez para enderezar el rumbo. El presidente de la junta insiste en el fracaso socialista con tanto énfasis que obliga a plantearse si lo desea. O si a fuerza de invocarlo, confía en que se materialice. Es superfluo añadir que, también aquí, Rajoy aporta el remedio a los males del PSOE.

Por lo visto, la eliminación de Sánchez no ha resuelto ninguno de los problemas pendientes del PSOE, aunque ha supuesto una notable ayuda para Rajoy. Sin embargo, rebuscar excusas para entregarse a la porción del PP que no está sentada en el banquillo, demuestra debilidad. Para que sea creíble, el sacrificio de las esencias ha de producirse sin contemplaciones. A fin de ilustrar el naufragio para el PSOE en unas terceras elecciones, los miembros de la junta deben exhibir orgullosos sus papeletas del PP, y anunciar su disposición a depositarlas en la urna. En aplicación de la expresión inglesa, han de poner el dinero donde tienen la boca. En los últimos recuentos, Rajoy perdió respectivamente sesenta y cincuenta diputados respecto de las elecciones de 2011, por no hablar de su derrota por 170 a 180 en la investidura, pero por lo visto atesora las claves para la subsistencia de la democracia. El PSOE no apoyó a la derecha ni después del 23F ni del 11M, fechas más dolorosas que las actuales. Sin embargo, los socialistas se proclaman hoy impotentes para mantener su propio cartel electoral. El PSOE se está popularizando a marchas forzadas.