Hace mucho tiempo, una viñeta, me parece que de La codorniz, ilustraba a un andrajoso muerto de sed cruzando un desierto a rastras. Al final de todo, debajo de una palmera, esperaba un hombre con un carrito de helados; le ofrecía al andrajoso un polo de fresa y el andrajoso, sin levantar siquiera la cabeza, decía «no».

Ese parece ser el sino de este año maldito, el 2016, que trascurre con los sobresaltos propios del campo de minas sobre el que nos movemos.

Primero, cuando contemplábamos a Europa marchando con su habitual paso de paquidermo hacia una decadencia que los países miembros deberíamos frenar, los británicos, hartos de explotar a la UE sin recibir nada a cambio, decidieron emitir un «no» incomprensible en el referéndum sobre su permanencia. Por poco, pero lo dijeron. Y ahora tendrán que pagar todas las mentiras dichas durante la campaña.

Después han sido los colombianos los que han dicho «no» en el referéndum sobre los términos de la paz con las FARC tras 52 años de guerra. Por poco, pero lo han dicho. (Por cierto, ¿han pensado ustedes en la diferencia de prestigio en el concierto internacional de la España de la Conferencia de Madrid de 1991 y de la de Colombia de 2016? En un caso fue nuestro gobierno el que propuso y organizó el primer intento global de paz entre los árabes e Israel; en el segundo, la paz con las FARC, solo ha estado presente de forma testimonial.)

Luego fue Pedro Sánchez, secretario general de los socialistas españoles, quien dijo no, no y no a una posible abstención en la votación que debía reinstalar a Mariano Rajoy en La Moncloa. En vista de lo cual, una sólida mayoría de los miembros del comité federal le dijeron «no» a él y lo llevaron al paredón sin haber manifestado opinión razonada sobre lo que habían decidido, al parecer contrariando la voluntad de los miembros del partido. No está muy claro pero debe de ser así. (Por cierto, ¿han pensado ustedes en lo que significaría ahora que, para prestarse a gobernar, el PP exigiera al PSOE garantías de gobierno estable, exactamente como si dispusiera de mayoría absoluta?).

Después fue el primer ministro de Hungría quién dijo «no» a la admisión de refugiados procedentes del Medio Oriente. Que en su referéndum convocado al efecto careciera del número mínimo de votantes para darle validez, tuvo poca importancia. (Por cierto, ¿han pensado ustedes en por qué se le ocurrió a Bruselas en 2004 ampliar la UE con un montón de países de Europa del este que no estaban preparados política o económicamente para ello?)

Luego fue el presidente de Turquía el que dijo «no» a la lealtad a los principios democráticos y laicos que había establecido el fundador de la República, Kemal Atatürk, tras la Primera Guerra Mundial. Disimularlo le ha costado un poquitín más de trabajo: una pequeña purga de generales, funcionarios, periodistas y otras gentes de mal vivir (en torno a los 250.000), que fueron identificados a las pocas horas de que fracasara el golpe de Estado… que el presidente se había sacado de la manga para quitarse a gente incómoda de en medio. (Por cierto, ¿han pensado ustedes que esta Turquía a la que la UE ya aceptó como candidato en 2004, no cumple con los mínimos democráticos requeridos para ser miembro y que ni siquiera es un país laico?).

Vivimos al parecer en un mundo de mentiras y corrupciones sin que a nadie parezca importarle. ¡Cómo entiendo a Pablo Iglesias, líder de Podemos, cuando aseguró que su misión era luchar contra la casta de los políticos! Luego se sumó a la casta y se le pasó el enfado.

Los británicos dan la sensación de tensar la cuerda cuando en realidad quieren que no se tenga en cuenta el resultado del referéndum del Brexit. Los colombianos quieren sortear el mandato de su referéndum contrario a la paz y aseguran que aquí no ha pasado nada. Bruselas dice bueno, bueno, el primer ministro húngaro es un poco díscolo pero ya encontraremos modo de ceder en todo lo que quiera para intentar arreglar de otra forma esta historia de los refugiados; los del Mediterráneo han sido más de 10.000 en dos días. Y en cuanto a Erdogan, habrá que mirar hacia otro lado y taparse la nariz. ¿Y en España?

Todo indica que el mundo se ha cargado de noes que no significan nada. O como se dice ahora, ¿qué parte del no hemos dejado de comprender?