Sorprende que tales palabras salgan de la boca de un banquero central y mucho más si este es el máximo responsable de la institución monetaria de la eurozona. Pero así es. El presidente del BCE, Mario Draghi, ha afirmado que «ha llegado el momento de subir los salarios», porque «llevan mucho tiempo creciendo por debajo de la productividad».

¿Por qué esta desviación de la ortodoxia? La respuesta está en los precios. Uno de los principales objetivos del Banco Central Europeo es que la inflación se acerque al 2% anual. Sin embargo, ese horizonte está lejos ahora mismo, con una eurozona que bordea la deflación. La previsión es que los precios suban este año dos décimas, 1,2 puntos en 2017 y 1,6 en 2018. Draghi opina que el «débil» incremento de los salarios, junto a las caídas del petróleo, están detrás de que la inflación no alcance las cuotas deseadas por la institución. El caso es que el crecimiento de la productividad puede contribuir a limitar la tasa de inflación porque contrarresta las subidas de los salarios nominales y los costes laborales unitarios. Por tanto, si estos se elevan por encima de aquella, los precios también pueden incrementarse. De ahí que abogue ahora por una subida y reclame «a todos los agentes económicos» que contribuyan a la recuperación.

La reacción del presidente del BCE se explica también por el hecho de que los precios no remontan a pesar de las políticas expansivas de la institución monetaria, con compras multimillonarias de activos financieros que tanto bien están haciendo al crecimiento de países como España. Los tipos de interés bordean el terreno negativo y ni aún así el crédito y la inversión acaban de despegar. Y la eurozona continua con su recuperación, pero con «menos ímpetu» que el que mostraba antes de que se produjera el brexit el pasado junio. De ahí también que Draghi, que busca munición allá donde haya un arsenal, insista en pedir a los países con mayores posibilidades, como Alemania, que gasten más para tirar de la economía de la eurozona. A este respecto, el banquero dejó muy claro que, «sin las políticas de estímulo del BCE, habría deflación y un paro más elevado» y precisó que, «si no hay políticas fiscales que acompañen, las políticas monetarias extraordinarias requerirán más tiempo».