La música puede tener esa fantástica capacidad terapéutica de serenar la mente y más allá todavía, las inquietudes del alma, reduciendo el ritmo de nuestras ondas cerebrales como si de un diapasón se tratase y reajustando el compás de nuestra respiración con el corazón.

De entre las innumerables melodías a nuestra disposición en el universo polifónico, pocas resultan tan explícitamente reconfortantes para todas las mujeres que -día internacional contra el cáncer de mama mediante- luchan o han tenido que enfrentarse a la enfermedad y el miedo, aun en los diagnósticos más positivos y esperanzadores. Una de esas canciones es, sin duda, Mujer de las mil batallas, de Manuel Carrasco, que peina con ternura la voluntad agotada y consigue sacar al pie de la cama, cuando su dueña cree que ya no puede dar más de sí.

Esta semana, el mundo se llena de solidaridad con lazos rosas, para apoyar, sensibilizar y normalizar esta situación que afecta cada año a una de cada cuatro mujeres. Millones de motivos, lecciones y sueños por los que mirar a la vida directamente a los ojos, armarse de confianza y aligerar el peso de la mochila, mandando al viento las emociones que no se necesitan, como el temor, el complejo, la autoexigencia y el estrés. De igual manera, resulta muy útil y beneficioso reducir el tiempo de exposición y contacto con personas que no hacen mucho bien -con cierto grado de toxicidad impregnado- y que producen un sospechoso desgaste de energía, consumiendo la batería de la vitalidad en un momento tan vulnerable y delicado.

Pero, aunque las circunstancias pinten críticas, éstas conllevan cambios que pueden enriquecernos como personas, al trascender los límites conocidos y revelar nuevas perspectivas del propio ser y del entorno. El todo y el detalle adquieren matices distintos, más intensos y luminosos, cuando se vive en primera línea la susceptibilidad y la generosidad del misterio de la vida, en el que las preguntas y las quejas ya no tienen cabida, y lo único que vale es la gestión del presente. Porque la contienda se gana día a día, paso a paso, por muy pequeño que éste sea, rodeándose estratégicamente de familiares y amigos aliados, hinchando el pecho de oxígeno y amor, nutriendo el cuerpo y la mente con altas dosis de cariño y paciencia, sembrando la esperanza en el lugar donde más duele.

Hacer las paces con la enfermedad, dar las gracias, pedir perdón y decir te «quiero» más a menudo, son algunos de los aprendizajes clave del proceso: siempre es buen momento para regalarse la oportunidad, construir nuevos lazos -rosas o del color que más apetezca- porque simplemente merece y vale la pena.