En este mundo moderno que vivimos, hay últimamente una moda muy extendida que son las citas. Hay una cita para casi todo. ¿Indeciso? Una cita para ayudarte a decidir.¿Estás triste? Una cita para que te animes. ¿Estás desmotivado? Ahí hay una cita de motívate a ti mismo que lo soluciona todo. Es una de las consecuencias de que las estanterías de los libros de autoayuda hayan copado librerías, aeropuertos e incluso gasolineras. En ocasiones veo a Coelho por todas partes.

Tras mi crítica feroz al mundo de las citas banales voy a traer una que seguro conocerán: «Más vale pedir perdón que pedir permiso», esta cita que, como todas las banales, puede aplicarse a un sinfín de contextos, tiene una evidente aplicación cuando tratas con la administración bien sea local o central. En mi trabajo, como empresa que tiene que solicitar permisos o licencias para los clientes ante la administración, muchas veces he pensado que deberíamos tener esta cita tatuada. Pedir un permiso es a veces más costoso y perjudicial para el interesado que «tirar por el camino de enmedio».

Es como cuando en fútbol pitar la falta beneficia al que la hace.

Proyectos que nunca cumplen los criterios de los técnicos, técnicos que siempre tienen que consultar a otro técnico, ese otro técnico que siempre tiene que pedir venia al político, político que tiene que pedir consenso, consenso que no aparece en la ley. Cuando se aclara el expediente probablemente el interés inicial se ha perdido y ya nada tiene sentido.

Se han mejorado cosas y algunas gestiones son más fáciles pero siguen habiendo agujeros negros en las administraciones que nos hacen más difícil la vida a los ciudadanos y a las empresas. Puede parecer un brindis al sol y por supuesto no se puede generalizar, pero la rapidez en ciertas decisiones, a veces, lo es todo. Y cuando digo rapidez me refiero a no tener que esperar meses.