Contaba el otro día Anson en una columna en El Mundo que una vez Miguel Mihura, bramando pero cachazudo, le gritó jocoso y por tocar las narices: dígale a Torcuato Luca de Tena que lo que consigue es que al abrir el ABC por la mañana no tenga más remedio que hacerme republicano, aunque luego por la tarde leo a Emilio Romero en Pueblo y me vuelvo a hacer monárquico.

Hoy en día no nos da tiempo a tener una ideología una mañana entera. Ni una sensación. Ni una percepción o idea o iniciativa. No nos da tiempo a ser monárquicos una mañana entera. Uno se indigna con un tuit pero inmediatamente se reconcilia con el mundo al leer a un facecbuquero amigo. Por ejemplo. Y a la inversa. Y en ese plan. Saltamos del energumenismo al sosiego. Es la vida en multipantalla. El rasgar vestiduras vía dedito en el móvil cómodamente repatingado en el sofá sopesando si sería cabal abrir una nueva lata de paté.

Nos llega información constante y constantemente la buscamos. A las ocho de la mañana nos cabreamos contra el Gobierno pero a las ocho y cuarto no nos acordamos de nada ni del Gobierno ni de qué sentimos hacia él porque nos están indignando contra otra cosa. Las informaciones, las ideas, los saberes, las habilidades... todo cambia a la velocidad del rayo. Tanto es así que probablemente una inmensa mayoría no sabrá quién es Anson ni quién fue Mihura ni Luca de Tena ni Emilio Romero, que por cierto son o fueron gente muy versada e influyente, gentes que hicieron el deleite de otra mucha gente; personas que indignaron mucho a otras personas. Hoy tal vez Mihura no habría escrito Tres sombreros de copa pero tendría mil o dos mil tuits la mar de graciosos. Luca de Tena fundaría un digital, que es como los periódicos impresos llaman a los periódicos online, de línea editorial próxima a Podemos. Emilio Romero iría a La Sexta a meterse con políticos en lugar de dirigir un periódico que fue toda una escuela de reporterismo. Trataría en un plató de entreverle el culo, por faldicorta, a una participante de Sálvame y no a una prometedora actriz de teatro tras una función en el María Guerrero.

A estas alturas del artículo no sabemos si queremos arremeter contra la ignorancia, contra el ritmo imposible del caudal informativo, contra los que no saben lo que se están perdiendo por ir como locos o contra la inconsistencia de tantas cosas.

Pero bueno, a lo mejor todo es, ni más ni menos, que inconscientemente nos apiadamos y compadecemos a los que nunca han catado a Mihura y, por ejemplo, nunca han visto o leído Milagro en casa de los López, que ayer cayó de nuevo en nuestras manos por una feliz casualidad. Aunque claro, luego está el que iría a verla a pero no pararía de wasapear. Sociedad líquida. Pero oiga, el caso es que don Miguel Mihura tal vez sería un locuelo de los selfies.