Si dos mil quince fue el mejor año turístico que hemos conocido en nuestra provincia, el año en curso no se quedará atrás. Lo dirán las cifras, sin duda, pero lo dicen nuestras calles otoñales y repletas de aquellos que prefieren visitarnos después de los calores. En Málaga hay oferta que atrae, está de moda y eso se nota.

Para mantener nuestra mayor industria en la provincia, la turística, no basta ser acogedores, que lo somos, no es suficiente el sol y playa que lo tenemos. Hay que cuidar y apostar por las infraestructuras que la afluencia masiva de visitantes demanda, y en este tema, llevamos años mirando hacia otro lado.

La desidia de las administraciones nos está dejando al borde del colapso. En Málaga comienza a asomar el fantasma de la sequía, nuestras reservas hídricas, que apenas soportarían dos años de abastecimiento, han merecido y merecen mayores inversiones desde que ya en dos mil cinco «soportáramos» un decreto de sequía.

Una vez más, quienes tienen que dar solución gestionando el dinero público, el dinero de todos, no están a la altura. Parecen desconocer que a mayor afluencia de visitantes, mayor consumo de agua. La solución no es cruzarse de brazos esperando caigan cuatro gotas, o encomendarse al que llueva, que llueva, virgen de las cuevas, no necesitamos pensadores, y menos si cobran por ello.

A lo mejor esa es la solución que algunos esperan, restricciones de agua y así menos aguas residuales y por tanto no hay que invertir en saneamiento. Quizás el turista lo entienda mejor cuando los de la verborrea fácil, esos que trabajan para los ciudadanos sin aportar soluciones, les expliquen que por aquí matamos dos pájaros de un tiro. Ahorramos en agua y en saneamiento.

Basta con una campaña de marketing o de concienciación, pero como quieran llamarla, siempre salen caras, donde primero al visitante se le explique didácticamente, para eso de charlatanes andamos sobraos, que aunque los malagueños hayan pagado la nada despreciable suma de 350 millones de euros en su factura de agua para obras de mejora de saneamiento, la Junta de Andalucía ha optado por apropiarse de ese puñado de euros, y no acometer esas mejoras ni las que garanticen las reservas de agua.

Explicarles que aquí se viene de turismo sí o sí, y las quejas al maestro armero. Que si, en un futuro, hay restricciones en el consumo de agua, habrá menos aguas residuales, eso es de cajón. Si hay menos aguas residuales nuestras playas, estarán más limpias y sin necesidad de gastar en depuradoras ni en colectores. Que los tontos son otros porque hasta ahora no habían descubierto que nuestra solución es la más barata, aunque tengamos que soportar esa población flotante de restos escatológicos que adornan nuestras playas. Vamos, que los responsables, más bien irresponsables, del desaguisado seguirán confiados en el clima, sol y playa, que como alguno dice, se gobierna para cuatro años y los problemas cuando vengan, que los solucionen otros, que por suerte en Málaga ya han caído algunas gotas, y de paso se limpia el ambiente.