No se sabe cómo saldrá el PSOE de la investidura pero lo lógico es que Rajoy sea presidente la próxima semana. Se abrirá una etapa nueva porque tendremos, por primera vez, un Gobierno muy minoritario (137 escaños, lejos de los 176 de la mayoría absoluta), con dificultad para encontrar aliados, garantizar la estabilidad y aprobar leyes.

Los gobiernos en minoría de UCD, Felipe González o Aznar tenían más diputados y podían recurrir -negociado, claro- a CiU. Será una situación radicalmente contraria a la pasada y Rafael Hernando, la avispa-portavoz del PP, ya dejó claro -sólo por un día, hasta que oyó la voz del Altísimo- que prefería terceras elecciones. Pero el PP no es el PSOE (ni AP, ni la UCD) y donde hay patrón no manda marinero.

La cuestión clave es qué Gobierno hará Rajoy para poder gobernar pactándolo todo, cuando hasta ahora le bastaba mandar a Soraya, a Cospedal o a Hernando y escuchar los consejos -poco coincidentes- de Guindos y Montoro. No es asunto de quinielas sino de brújula política. Rajoy querrá mantener a la parte de su guardia pretoriana que le ha sido útil ("sorayos" y amigos) pero para sobrevivir debe también llamar a gente que sepa dialogar, negociar, persuadir y no se limite a repetir -con más o menos gracia- el santo y seña del día. En el PP no abundan y encima a Rajoy no le gustan. ¿Sabrá adaptarse?

Aunque todo es mejorable (y empeorable) el área económica es la que menos revolución necesita. No lo ha hecho mal, le ha visitado la suerte (BCE, petróleo€) y el margen que deja Bruselas no es grande. Ahí C´s (Garicano) le será útil y puede explorar -si es flexible en otras cosas- al PNV y a CDC. Incluso el PSOE no puede ir contra Europa, aunque exigirá contrapartidas. Aquí la ausencia del experimentado Jordi Sevilla será mala. Para el PSOE y para Rajoy.

Donde la inflexión se precisa como el oxígeno es en el área política. Rajoy querrá seguir con Soraya pero pactar con Rivera, con quien sea del PSOE, con los vascos y los catalanes exige más cintura que la de la Brigada Aranzadi. Y el portavoz del Gobierno debe tener un talante abierto, no puede ser un buen preparador de temas de oposición pasado por unos cursillos de conservadurismo.

Y lo urgente es Cataluña, donde salvo mucha mano izquierda el 2017 habrá un choque de trenes que Puigdemont ha planteado con astucia al rectificar y priorizar la exigencia de referéndum a la de independencia. Son precisos gestos rápidos que limpien el campo de minas. Puede haber ministros del PPC aunque Aznar en su primera legislatura -en situación más fácil- nombró a dos jóvenes, ambiciosos e independientes, conectados con la sociedad civil y dispuestos a hacerse del PP si ello les permitía escalar y aumentar el prestigio en Cataluña. Fueron Josep Piqué y Anna Birulés de acompañante.

Resumen. Para negociar Rajoy necesita una especie de Rubalcaba, alguien listo y con horas de vuelo, que disfrute pactando. Y que Soraya y Cospedal (que se ha tragado el marrón de Bárcenas) puedan soportar. ¿Existe en el PP alguien que pueda tener el papel de Rubalcaba con Zapatero cuando relevó -tarde- a Fernández de la Vega? ¿Piqué? ¿Javier Arenas? ¿Ya gastados?

Y luego un plenipotenciario para Cataluña que no espere cada día la instrucción sino que sepa pescar y revertir una situación que el PP -por prepotencia, ignorancia, descuido y afición a la gente obediente- ha hecho insostenible. Cuando Aznar en el 96 fichó a Piqué se debió fijar en que era presidente del Círculo de Economía. Por ahí debería husmear Rajoy. Hace cinco años estaba Durán Lleida (Aznar lo quiso hacer ministro), hoy ya no sirve. Por culpa de Rajoy y del propio Durán. A veces la mayoría absoluta es mala consejera. Aznar lo demostró.