Las ya famosas «palabras de Trump» sobre las mujeres han sido rebajadas hace días por su propia esposa, Melanie, a simple eco del «lenguaje que usan los chicos para darse importancia». A veces es mejor no dar explicaciones, pues en esos circuitos internos de «los chicos» es donde hoy se ha refugiado el viejo cocodrilo machista; en ellos renuevan el rol del macho, se integran en el sindicato de machos, y acaban asumiendo un actuar de macho. Esas palabras resuenan en la cabeza del joven, y ahorman la mente que luego las fabricará en franquicia. Pero la cosa es peor todavía cuando se trata de un (supuesto) triunfador, de una persona a quienes muchos admiran, pues esa parte del público seducida por los «éxitos» del personaje en la competición de la vida habrá comprado también esas palabras, ese estilo, esas formas, y no sólo esto, también la actitud supremacista a la que van unidas.