Elías Bendodo ha dicho que las aspiraciones de Susana Díaz de liderar el PSOE dañan a Andalucía. Bendodo recriminando la ambición. Se hace raro. Suponemos que si Rajoy lo llamara para ser ministro renunciaría en aras del progreso de su querida provincia, que es la nuestra. ¡Cuanto dañaría a Málaga su marcha!.. clamarían algunos...

Bendodo afea a Díaz que esté todo el día maquinando en clave orgánica. Poco tiempo le queda para la gestión a la presidenta. Para la digestión, incluso, que se prevé larga. No en vano se ha zampado a Sánchez.

En eso lleva razón el dirigente popular, que sin embargo, ocupa mucho de su tiempo en regañar a Susana Díaz, en erigirse en portavoz regional del PP, en maquinar mociones de censura y en procurarse un escenario que pudiera llevarlo a la alcaldía de Málaga. Uf, que tareón. No descarten que la Diputación vaya por inercia o delegación. Ni descarten que haya emisarios convenciendo a Rajoy o enviándole mensajes más o menos subliminales para que haga a De la Torre ministro o embajador y así deje la silla libre. Silla que también sentaría bien al edil Carlos Conde, por ejemplo, al que el otro día sin ir más lejos, en la entrega de premios de este diario, lo vimos muy a gusto haciendo de alcalde mientras el de verdad zascandileaba en Colombia.

Pero más cachondo le pondría a uno que ministro fuera Arenas, que a lo mejor tiene el mejor talante para, desde Administraciones Públicas, entenderse con el orate que habita el palau de la Generalitat. No hay que menospreciar el poder de sanación que podría tener un tío con acento de Cádiz entrando en el despacho del molt honorable y diciéndole, qué pasa, quillo, vamos a ver si nos entendemos...

De paso, tendría tiempo para arrearle un masconazo político a toda la generación Bonilla-Bendodo, que a veces más que como un tito simpático lo han tratado como a un abuelo que estorba. Uno ha sido muy de meterse con Arenas, que va palmeando a todo el mundo y diciéndole a ver si comemos, que si comiera con todo el mundo al que le dice tal frase no habría restaurantes en el mundo ni días ni pucheros. Lo echamos algo en falta, aunque nos consuela verlo aún en la pomada, junto a Rajoy y los marotos, en las imágenes esas de reuniones de alta dirección en Génova, donde parecen ejecutivos de los noventa. Sonríen y no hablan. Para no vomitar la ambición.