Si es usted madrugador, cuando lea estas líneas estaremos aún con un Gobierno provisional o en funciones, viejo Gobierno. Si le da por leer esto por la tarde ya será súbdito (o ministro) de un nuevo Ejecutivo alumbrado por Rajoy entre ayer y hoy.

Hay gobiernos que le sientan a uno como un atracón de morcilla de noche y hay otros que nos caen como una suave infusión a media mañana. Los gobiernos tienen que ser como las digestiones o los árbitros, que no se note mucho su presencia, señal de que lo están haciendo bien y además no incordian. «Cuando un gobierno dura mucho se va descomponiendo sin notarlo», dejó dicho Montesquieu, al que le faltó añadir que los que lo notan son los ciudadanos. Sin embargo, no son pocos los que opinan que el hecho de que el PP haya estado trescientos y pico días sin poder gobernar a pierna suelta ha sido beneficioso. Puede que el nuevo equipo ministerial más que gobernar tenga que desgobernar o derrocar cosas hechas antes para satisfacer a la oposición y ver si ésta le aprueba los Presupuestos. Dirigentes del PP piden un Gobierno dialogante, afirma un titular. Se infiere que piensan que este no lo ha sido. Le da a uno que esos y otros dirigentes lo que piden, pero no pueden decir, es que abogan por un Gobierno que los incluya a ellos.

Escribe uno la columna aquí sin Gobierno aún, desgobernado y algo desmañado, mirando quinielas y mirando por la ventana; leyendo listas de nombres posibles, de posibles ministros andaluces o mediopensionistas, independientes o peperos pata negra; cábalas sobre los que entran y salen o sobre la creación y fusión de ministerios. Todo español tiende a pensar que sería un magnífico seleccionador nacional, lo que no es incompatible con dar por hecho en algún momento vital que se sería un buen ministro. «Ministro, aunque sea de Marina», dijo alguien que bien pudo ser Maura aunque también le pega bastante a Romanones, que como ministro de Instrucción Pública fue quien al iniciarse el siglo XX incorporó a los Presupuestos del Estado una partida para pagar un sueldo a los maestros. Eso sí que es gobernar. Gobernar y dar trigo.

Ahora, los ministros de Educación se dedican a intentar cambiar el sistema educativo y dejar así su impronta tratando de pasar a la historia. Cuando decimos ahora nos referimos a las últimas décadas. Finalmente, por lo único que pasan es por un tormentazo político tras el cual han de huir a una embajada o ser recompensados con otro Ministerio. A nosotros el que más nos gusta es el del Tiempo, serie plagiada por los americanos (Timeless) que no está nada mal.

En USA también se disponen a tener nuevos ministros, que allí se llaman secretarios y tienen un territorio mucho más vasto que abarcar. También se hacen quinielas y hay codazos por los puestos. Pero allí están un poco más en vilo. Podrían tener de presidente a un burro.