El otro día en este periódico, Miguel Ferrary cuantificó en 5.000 millones los proyectos pendientes para dejar a la provincia de Málaga fetén que habría de acometer el nuevo Gobierno. Llevar el Cercanías al PTA, la Biblioteca del Estado, los Baños del Carmen, el AVE a Granada, el soterramiento del tren del puerto y un largo etcétera. Los etcétera son casi siempre largos, no en vano se suele decir etcétera, etcétera, o sea, por partida doble.

De entre las promesas nunca incumplidas destaca también sobremanera la prolongación del tren hasta Estepona o Marbella. No ha habido ministro de Fomento que no haya hecho una anuncio o promesita, un atisbo de adjudicar el embrión del proyecto del proyecto de la licitación y de tal Pascual. Pero nada. De nada. Que gente más cansina. Es más fácil que asome por la Costa un diplodocus que un rail. Con todo, imaginamos que la lista de la compra o lista a los Reyes Magos o peticiones al Gobierno (memorial de agravios) es similar en todas las provincias. Y aunque no lo sea. España es un inmenso censo de subdelegados, concejales, alcaldes, consejeros y presidentes de autonomía diciendo dame algo, invierte aquí, hazme una carretera. Conseguidores todos.

De natural, hasta bien entrado (bueno, terminado) el siglo XX, los ministros caciqueaban todo lo posible y erigían infraestructuras en sus ciudades y pueblos. Nombraban ministro a un paisano y la provincia podía echarse a dormir (ponerse en marcha) unos añitos. Luego esto cambió, hay más sentido de Estado, más equilibrio y transparencia, pero no es menos cierto que Felipe llevó el AVE a Sevilla, Aznar a Valladolid y Zapatero remodeló grandemente el aeropuerto de León. A Rajoy aún le da tiempo a hacer algo en Pontevedra, aunque a lo mejor el hombre como alguna vez que ha ido allí le han pegado un sopapo anda algo resentidete.

En lo que nos toca, nunca le agradeceremos bastante a Magdalena Álvarez la mucha inversión en la provincia cuando era ministra de Fomento. Celia tuvo menos capacidad inversora. Y ya había sido alcaldesa.... hizo lo que pudo por la provincia desde un ministerio sin competencias, el de Sanidad. Lo que también hizo es abochornarnos algunas veces con los calditos del puchero y esas cosas, dicho sea esto con ánimo benévolo, que el tiempo va pasando, macera las cosas y ya aquello se ve (¿nos estamos haciendo mayores?) hasta con cierta ternura.

España pide a los ministros y los ministros andan estrenando cartera y traje y despacho, cesando subalternos, nombrando asesores, aprendiendo qué es un general, estudiando cuántas embajadas tenemos, elucubrando acerca de qué hacer con Cataluña o mascullando sobre el sistema educativo. España ha estado paralizada, dicen, pero la economía se ha ido recuperando, tal vez por que los Gobiernos en funciones en realidad son gobiernos de técnicos que se abstienen un poco de politiquear. Quién sabe. Confiemos en nuestras plegarias provinciales. Pero ya saben que hay que pedir con virtud. Como vicio no.