Una muy vieja comedia de Howard Hawks utilizaba el concepto: producción para el uso. Y lo explicaba, creo recordar, con este mismo ejemplo, si le das una pistola a alguien, lo normal, tarde o temprano, es que dispare con ella. Pues bien, los norteamericanos acaban de disparar. Y lo han hecho llevándose por delante el sentido común, la razón, el respeto a la diferencia o todo aquello que desde la Ilustración para acá nos define como sociedades (con todas las limitaciones del término aquí aplicado) avanzadas. De una semana acá, cientos de análisis, interpretaciones, teorías…, para al final concluir en algo tan básico como que simplemente votaron a Trump porque podían, en una amalgama extraña de ilusiones, fe en lo imposible, patriotismo barato, miedo a lo desconocido, resistencia al cambio y enfado infinito con un sistema que a lo largo de los años no ha sido capaz de dar soluciones a los problemas reales que acuciaban a la gente. Más o menos lo mismo que lo que está sucediendo en otras partes del planeta, parecido a lo que en parte también ocurre aquí.

La Gran Recesión de 2007 no sólo nos está dejando un panorama de pobreza y de aumento creciente y hasta límites insoportables de la desigualdad y la injusticia. También, y como resultado de lo anterior, nos deja el descrédito y el divorcio de gran parte de la población de un sistema que parece responder a todo menos a los intereses de quienes menos tienen. Repleto de discursos y de palabrería hueca que al final apenas se traduce en nada real que permita que las familias, que las personas, mantengan a nivel general unas condiciones mínimas de calidad de vida. ¿A alguien de verdad le extraña que cada vez sea mayor el número de ciudadanos y ciudadanas que cansados de asistir a la bronca política permanente, y a más consignas partidistas que respuestas a los problemas reales, decida tirar por la calle de en medio y romper con todo? No lo creo. No creo que, sinceramente, nadie pueda extrañarse, o ignorar lo que está ocurriendo. Basta con abrir los ojos y salir a la calle, tomar café en cualquier bar o esperar el autobús en la parada.

La política espectáculo, esa que se hace a golpe de titular periodístico, a través de argumentario y equipos de comunicación no sirve. No resuelve los problemas reales. Y consigue equipararlo todo. Por abajo. Aunque no sea cierto y en ocasiones sea injusto. Discursos, palabras, y retórica, pero al final, como en el cuento, el dinosaurio seguía estando ahí. La pobreza, el desempleo, los contratos basura por una miseria, el deterioro sostenido y permanente de los servicios públicos esenciales, también están ahí. Y las personas demasiado cansadas, y ansiosas, por que alguien nos devuelva la ilusión y la esperanza. Y si alguien lo hace apelando a lo peor de nosotros mismos, al miedo y al rechazo a la diferencia, si nos dan uno o varios culpables a los que señalar como responsables de nuestra derrota como colectivo, como sociedad que no supo diseñar ni pelear por un modelo mejor y más justo, entonces será fácil que nos volquemos ahí, que votemos masivamente, aunque solo sea para romperlo todo, para volver a desengañarnos después. Para demostrar que si la Política, con mayúscula, no responde a nuestros intereses, se buscaran otras vías para hacerlo. Por inútiles y absurdas, por peligrosas y desquiciadas que puedan parecer y sean.

Da miedo, sí. Pero o nos responsabilizamos, o de verdad entendemos que la única salida a todo esto es recuperar principios básicos como la igualdad o la equidad. O reformulamos un nuevo contrato social como el que dio origen a los Estados del Bienestar y se reconstruye lo destruido a lo largo de estos años, o mal futuro nos espera. El pasado siglo fue una buena muestra del sufrimiento que genera la injusticia social. Esperemos que, después de todo, hayamos aprendido algo.

*Jiménez Zafra es secretaria general de UGT Málaga