Lógicamente la vida va pasando y con ella las etapas en el baloncesto. Esto les llega a todos los jugadores. Unos dan un giro a su vida con el adiós a su profesión de deportista profesional y otros se reenganchan en otras labores en los banquillos o en los despachos manteniéndose ligados a lo que más les gusta, se supone. Es lo que le está pasando poco a poco a esa fabulosa generación de los «Júniors de Oro». De aquellos chicos solo juegan ya a máximo nivel Cabezas, Calderón, Navarro, Felipe Reyes y Pau. Y eso que cuento a Calderón, que no pudo venir a ese campeonato porque se lesionó antes del mundial pero que estuvo siempre con nosotros.

Con ese equipo sí que vale la frase que puso tan de moda Piqué: «Con vosotros empezó todo». Después de ese mundial, se han conseguido más logros en competiciones absolutas y JJOO en los que nuestra selección se surtía de un gran número de jugadores que formaron parte de aquel gran equipo.

Si me pusiera a contar recuerdos o anécdotas de aquellos tiempos daría para escribir todo el periódico. Fue una etapa de mi vida preciosa en la que tuve la suerte de formar parte de ese equipo. Pero no quiero hablaros de aquellos chicos que ya son hombres y que todos conocemos. Quiero centrarme en el líder de aquel grupo humano, alguien que supo crear y dirigir con maestría a esa generación, el gran Carlos Sáinz de Aja.

Charly me acogió como el que adopta a un hermano pequeño. De él aprendí muchas cosas en la cancha. En la pista se comportaba como un grandísimo entrenador. Siempre le estaré agradecido por todo lo que me enseñó en el parqué. Lo que seguro él no sabe es lo mucho que me aportó como persona, algo que llega más allá de métodos de trabajo, ataques especiales o conocimiento del juego.

Nunca se me olvidará cuando en Lisboa perdimos contra Grecia. Además perdimos bien, merecidamente. Al día siguiente jugábamos contra Croacia, subcampeona de Europa y que había vencido a Grecia. Nos jugábamos la vida. De perder contra los croatas estábamos fuera de la siguiente fase. Imaginaos, los actuales campeones de Europa eliminados en la fase de grupos. La tensión era letal aquella mañana en el desayuno en el día que nos jugábamos ser o no ser contra Croacia.

Antes del almuerzo teníamos reunión para hablar de los jugadores rivales y establecer el plan de partido como hacíamos siempre. Allí estaban todos los chicos sentados sin abrir el pico sabedores de la importancia del partido. Yo mismo, que era un chaval, estaba más nervioso de la cuenta. Intentaba no transmitirlo aunque no sé si los jugadores se pudieron percatar.

Charly entró el último en aquella sala. No habló del partido. Con esa voz de pito tan graciosa que tiene, empezó a hacer bromas a los chicos y a repartir collejas. Algún jugador salió con la nuca roja pero también sin ninguna presión. A base de bromas y collejas sacó la tensión que todos teníamos. Sin hablar de baloncesto hizo el mejor plan de partido que jamás he visto. Y así, como el que parece que no había hecho nada, me miró y me dijo: «Francis, vámonos a tomar una cerveza antes de almorzar». Lo que pasó por la tarde os lo podéis imaginar. Ganamos fácil a Croacia, nos clasificamos como primeros de grupo y se inició la recta final para ganar aquel campeonato.

Charly es, sin duda, una de las personas que más saben de baloncesto de cantera. Esto no sólo lo digo por la de campeonatos de España que ha ganado o todo lo que hizo como seleccionador español. Él es mucho más que un entrenador de baloncesto, es un formador. Sabe sacar el máximo rendimiento a la gente que le rodea y lo hace desde el cariño y la enseñanza.

Sinceramente, no puedo entender cómo ningún gran club piensa en él para dirigir su cantera o cómo la Federación Española ha olvidado a alguien que tanto ha aportado al baloncesto español. Será que lo quiero tanto que no comprendo como Charly no tiene el lugar que merece alguien como él, un genio, un formador de formadores. Sé que de mucho no vale, pero él bien sabe que en mi corazón está en el podium de grandes personas que me han marcado la vida.