El 18 de octubre de 2011 la revista Jot Down entrevistaba al veterano comentarista Ramón Trecet. Toda la interviú giraba en torno a la red social de moda: Twitter. Cinco años más tarde, el medio del pajarito es una jaula de grillos gritones; un bar con los techos altos y de acústica infernal. La frase estrella de aquella conversación de Trecet con su entrevistador, Fermín de la Calle, fue: «Un periodista vale hoy su número de followers». Ese titular me resuena de cuando en cuando porque, Ramón, ¡qué equivocado estabas! Oye, Trecet, te lo digo a toro pasado y sin acritud. Yo me he tirado unos años pensando en eso que tú decías porque me convenía: tengo un buen puñado de seguidores y me quería creer tu sentencia. Pero no. Un periodista hoy y siempre vale mucho más que eso y mucho más que el número de clicks de sus piezas en la edición digital del periódico.

Un escritor de periódicos vale más por sus fuentes, por su trabajo de hormiga, por saber guardar para el invierno. Vale mucho más un periodista de raza que te saca cuatro piezas exclusivas en un año que un productor de «los cinco mejores€», porque el primero da credibilidad e influencia y eso es lo que convierte a la prensa en el contrapoder -Dios, nunca digáis en mi presencia eso del Cuarto Poder, que me enajeno-. Un locutor de radio vale más por los silencios, por su ritmo, por su capacidad de embaucar a un político en una entrevista que por el número de followers. Está claro. Los periodistas que valen no tienen por qué tener una cuenta en una red social. Twitter es como esos bares de postureo llenos hasta la bandera donde todo el mundo habla pero nadie se pide una copa. A Twitter nadie se lo quiere quedar porque hay mucha grasa y poco jamón. Trecet, un periodista vale su experiencia y tú siempre has valido más que 100.000 seguidores.