La programación cinematográfica de 13 TV suele consistir en ofrecer películas de siempre o entrañables títulos del cine popular que, a diferencia del resto de su programación, no parece seguir el plan diseñado por la Conferencia Episcopal para que los espectadores miremos el lado conservador de la vida mientras silbamos una canción, rezamos el ángelus y odiamos a los rojos y morados. Sin embargo, el pasado fin de semana 13 TV programó sin pausa La batalla de Midway y Apocalypse Now, de modo que la heroica marina estadounidense en el Pacífico y el desquiciado ejército norteamericano en Vietnam terminaron bailando tan pegados como en la canción de Sergio Dalma. No puede ser casualidad. La guerra de La batalla de Midway se parece tanto a la guerra que nos golpea en Apocalypse Now como un mogwai a un gremlim, y ver a Henry Fonda en el Pacífico y después a Marlon Brando en Vietnam es tan raro como invitar a cenar al Capitán Trueno y luego tomar el postre con Hannibal Lecter. ¿Por qué 13 TV programó una película que glorifica la guerra buena y después nos aplastó con otra acerca de los límites de la sentencia de santo Tomás de Aquino según la cual una guerra es justa cuando promueve el bien y evita el mal? El biólogo Richard Dawkins, azote de la teoría del diseño inteligente, dice que es una futilidad manifiesta pretender resolver el problema de la complejidad de la vida postulando la existencia de otra entidad compleja llamada Dios. Puede que sea absurdo pretender resolver los complejos problemas políticos con el recurso a soluciones aún más complejas como la guerra. La batalla de Midway es el diseño inteligente aplicado a la guerra, y Apocalypse Now muestra lo que ocurre cuando lo oscuro se resuelve con lo más oscuro. Todos preferiríamos cenar con Fonda en Nochebuena, aunque también nos gustaría charlar con Brando después de los turrones. 13 TV acertó con su programa doble bélico, pero es posible que esté viendo sutiles planes cinéfilos donde sólo hay azar en la programación como quien ve sofisticadas estrategias en el Madrid de Zidane donde sólo hay una confianza ciega en el azar del gol de Ramos en el último minuto. El horror, el horror.