Hemos visto estos días fotos de Errejón y de Iglesias riéndose el uno con el otro, lo que prueba la terrible tensión existente en Podemos. El asunto, sin embargo, ocupa extraordinariamente a los periódicos que insisten en ver en el primero, o sea el segundo, el ungüento a base de mentol y eucalipto apropiado para aliviar los síntomas de congestión nasal que produce la izquierda indigente. Un día la tensión crece, al siguiente baja, pero siempre hay una sonrisa Vicks VapoRub a disposición de cualquiera que esté dispuesto a observar de que manera tan terrible se está descomponiendo Podemos. Iglesias y Errejón, Errejón e Iglesias, se traen entre manos el negocio propagandístico de la década. Uno de ellos, Pablo, alienta la ascensión a los cielos desde un decálogo revolucionario de corte clásico imponiendo el liderazgo indiscutible del gran timonel, el pablismo-leninismo, mientras que el otro, Íñigo, intenta abrirse camino a través del populismo radical y la transversalidad. En resumen, se trata de dos estrategias distintas pero no invalidantes que mientras se perfilan en medio de una discusión interna sirven para mantenerse en un primer plano de la actualidad. «Está en juego la unidad del partido», dice Iglesias. «Si creyera que las diferencias son insalvables no estaría aquí», responde Errejón. Y entretanto se cartean, sonríen y lo único que no han hecho hasta el momento es besarse. Ya ven, Podemos está a punto de saltar por los aires de tanta tensión entre sus dos líderes. Otros dirigentes de alrededor, la periferia y demás, no se conforman con mirar y dar tabaco. Participan y opinan sobre el terrible pulso que libran estos dos titanes. La política, lamentablemente, ha quedado reducida a los personalismos.