¡Claro que es lo mejor de la semana! Los niños ingresados en el Materno Infantil de Málaga podrán subir a la «playa» en la terraza del hospital. Mientras parte del mundo se destroza a sí mismo, lo de Alepo es innombrable, sigue habiendo personas (que no es lo mismo que gente) inventando felicidad para los demás. Qué bonita iniciativa crear ese espacio con materiales reciclados para que unos 20 chavales puedan vivir a diario durante un rato como si no estuvieran en un hospital.

Planta 7ª | Planta 4ª se llamaba la película que el bueno de Antonio Mercero (Verano Azul, Espérame en el cielo, Toby…) presentó en el 6º Festival de Málaga. Estaba basada en el libro autobiográfico de Albert Espinosa, que fue uno de aquellos niños «pelones» ingresados en la planta de oncología. Planta 7ª llamaremos hoy felizmente a esta iniciativa «playera» en el Materno de Málaga. Mercero ya no se acuerda de cuando estuvo en Málaga, ni de Nerja y sus felices días de rodaje junto al mar. Cumplió 80 años hace unos meses, aunque él ya no es capaz de saberlo. Recuerdo un artículo en el que Pedro Simón (en El Mundo) contaba una anécdota preciosa y herida sobre el alzheimer del querido cineasta. Lo rememoro aquí (para eso sirve la memoria).

La memoria del alma | Durante un tiempo José Luis Garci y el guionista Horacio Valcárcel iban a la cafetería con Mercero y allí hablaban sin parar, con la convicción de que hablar es un ejercicio recomendable para retrasar el proceso en que la nada devora lo vivido. Hablaban de fútbol y otras cosas intrascendentes que en ocasiones Mercero ya no entendía. Un día, cuando le despidieron cerca de su domicilio, el cineasta se equivocó de portero electrónico y terminó sentado en un descansillo vecino. Pero no dejaron de verse por eso para ir al bar los tres amigos, sólo que desde ese día le dejaban siempre en su casa. Hasta que la mente de Mercero, o quizá su corazón, consciente de que ya aquello no tenía sentido pero lo tenía, en mitad de una de aquellas charlas les dijo que no sabía quiénes eran pero sí sabía que les quería. Lo último en perderse es la memoria del alma.

Estas fechas... | Lo estoy viviendo con mi tío. Intuyo que no siempre que los dos hablamos me conoce ya, pero sé que me quiere y, además, a veces me lo dice con intención e intensidad, y cuando lo hace suele emocionarse y llora. En esos momentos no tengo fuerzas para empatizar con él hasta el punto de imaginar lo que le debe pasar por la mente, tan llena de cráteres y lugares cerrados por derribo. Pero a pesar de su deterioro neurovegetativo he descubierto que si le canto canciones de Nino Bravo las recuerda. Y se alegra. Así que a veces cantamos y su risa me recuerda a la de mi madre. Ya está. Aunque dicho así parece bonito. No. Y mi tía, testigo cotidiano de su indigno deterioro, está sufriendo el desgaste del cuidador, normalizando con dificultad psíquica y física situaciones anormales. Conviene contar estas cosas para estar cerca de quienes las padecen en fechas complejas, como éstas de la Navidad…

Las luces de Larios | Por eso algunos no nos entusiasmamos tanto con las luces navideñas que han dejado de ser elegantes, sencillas e infantiles (como en el exitoso caso de la calle Larios de Málaga) para acercarse a una espectacularidad más adulta de un fin de año o Feria. Tampoco con la elección de los momentos musicales escogidos para los estupendos efectos que consiguen esas 3.000 lámparas generando más de 500.000 puntos de luz led de Iluminaciones Ximénez (eso hay que reconocerlo). Ni el momento neoclásico del Carmina Burana de Carl Orff, ni la versión del Last Christmas (el bailable temazo de Wham); ni The show must go on, aunque el espectáculo deba continuar, de los geniales Queen, parecen los adecuados. Porque la Navidad no era eso…

Carmina Burana | Al menos Carl Orff, el compositor bávaro, creó una escuela de música para niños. Pero su Carmina Burana pone música y tremendos coros a versos de los goliardos del siglo XII. A los nazis les encantaba. Pero los goliardos eran clérigos de la legua y juglares universitarios que vagabundeaban por las ciudades europeas de la Edad Media. Algunos de sus versos solían ser irónicos contra la propia Iglesia. Así que el batiburrillo de nuestros días sigue y no cesa en su todo vale para que te lo compren todo.

Aunque ya duela | Pero me gusta mucho la Navidad, aunque ya duela. Y me gustan los árboles de luz coloreada repartidos, sin más, por algunos puntos del centro de Málaga. Y poder llevar a mi hijo a los puestecillos del parque. Quiere que compremos nieve artificial para el portal de Belén que él mismo ha montado en casa, a su manera, poco ducho en el pasaje bíblico, con un montón de personajes arropando al niño como en una melé de rugby... Porque hoy es sábado.