El problema de las desconexiones es que estamos más conectados de lo que parece. Se pone uno a separar tejidos, vasos, redes internas y sistemas, y aparecen otros. Montamos una circulación paralela, con hacienda propia, pero ¿qué hacemos con la red neuronal, el sistema límbico o los mismos sentidos?. Pone uno tapones en los oídos para librarse del ruido de la calle, o de esa misteriosa vibración que aparece cada noche al fondo del silencio, y nos llega todo, más o menos amortiguado, a través de la reverberación del cráneo. Y luego está la memoria, sobre todo la del disco duro, que llega al tuétano de los huesos y de la que no hay modo de librarse. Los secesionistas, para sortear el trauma de la amputación, parecerían inclinarse ahora por una cirugía fina e indolora, aunque los doctores se eternicen en el quirófano. Bien mirado, esa eternidad quirúrgica podría ser una salida para todos.