El sistema sanitario público, orgullo nacional y modelo para otros países, siempre ha sido, por otro lado, objeto de debate y conflicto en todos y cada uno de los foros donde hace acto de presencia. Es por ello que lo más prudente pudiera ser sembrar opinión y crítica sobre el mismo con cierta mesura y flexibilidad, acotando cuestiones y campos. Y ello porque bien es cierto que sus virtudes y carencias son tan múltiples e interdisciplinares como sus profesionales y, por tanto, una opinión general, sin matizar, sobre una institución tan amplia resulta, como mínimo, superficial y poco inteligente. En cualquier caso, yo quisiera destacar como breve signo positivo de los tiempos un gesto inusual protagonizado por el Área de Gestión Sanitaria Este de Málaga-Axarquía. El pasado día quince, y por segundo año consecutivo, su equipo directivo, facultativos y trabajadores tuvieron a bien frenar su maquinaria asistencial y de gestión para celebrar un acto de reconocimiento a algunos de sus profesionales y dar valor y mérito a su trayectoria, a la experiencia, al compromiso por la excelencia, al trabajo en equipo y a la cooperación solidaria. El acto estuvo presidido por Ana Isabel González, delegada de Salud, y el gerente del área, José Pinazo. Que la dirección y sus trabajadores, ojo, no sólo de las categorías A y B, se reúnan para dar forma y espacio a un acto personal y merecido que ensalce el buen hacer de los integrantes del equipo es sin duda una anomalía deseable dentro de la Administración y les reconozco que me sorprendió. En la Administración de Justicia, por ejemplo, eso sería inimaginable por su particular endogamia funcional y su carácter extremadamente jerárquico. Nunca he visto ni he tenido noticia de un acto de reconocimiento profesional que aglutine en común a los distintos cuerpos de jueces y magistrados, letrados, gestores, tramitadores y auxilios, aún formando todos ellos parte indispensable del mismo entramado. Tampoco, para ser justos, lo he visto en ninguna otra área sanitaria de la provincia. Pero en aquel acto, celebrado en la Axarquía, se transmitió sensación de vocación, de compromiso y de equipo, y eso, en lo público, y mucho más en salud, supone un atisbo de esperanza muy definitorio y clarividente respecto de la talla y calidad del equipo personal que nos asiste. Los homenajeados, Amador López, Amparo Muñoz, Manuel Quevedo, José María Cabra, Mercedes Regodón, Salvador Alarcón, Federico Navajas, Mercedes Rivera, María Jesús Alba y Gaspar Rivas coincidieron en manifestar que la vocación por el servicio público va mucho más allá del currículo. También se destacaron en el acto, como cualidades deseables del personal sanitario, la paciencia, la empatía, la buena comunicación, la humildad, la inquietud por el aprendizaje y la flexibilidad. Pero, sin dejar de reconocer lo anterior, sería parcial no dar inmediata constancia de otra reflexión que, en paralelo, se deja caer por sí sola. Y ello porque las propias actitudes y aptitudes, principios y trayectorias que se valoran son premiadas y reconocidas a pesar de las propias perversiones de un sistema inmerso en la vorágine de unos recortes presupuestarios más que patentes. A mayor abundamiento, la investigación o la cooperación solidaria sobresalen y alcanzan cotas reales de profesionalidad a costa de multitud de horas extra, trabajo de casa, días de vacaciones y el sacrificio de las propias familias de los profesionales. Tampoco quiero dejar de destacar al respecto la implicación de los propios centros sanitarios que asumen la falta de cobertura de las debidas sustituciones que generan unos permisos que sí, que existen conforme a estatuto, pero que no se acompañan con las correspondientes dotaciones presupuestarias que garanticen el equilibrio de la asistencia. De todos modos, el elogio a estos profesionales, como dice la liturgia eucarística, es justo y necesario, por lo que merece la pena darle valor a este acto tan discreto pero tan significativo en el espíritu de trabajo y de gestión. Y también, por qué no, para que sirva de ejemplo a otras administraciones y a otras áreas donde todo se mide por objetivos económicos y los valores como la solidaridad, el trabajo en equipo o la cooperación no sólo no se potencian sino que se ningunean hasta quedar arramblados en las más miserables esquinas del olvido.