El único lugar en el que Dios existe con toda certeza es el cerebro de los creyentes. Fuera de ahí, no se ha podido demostrar nada. Unos científicos de Utah (Estados Unidos) han metido en la resonancia magnética a veinte mormones, la comunidad religiosa por excelencia allí, y han encontrado que la parte del cerebro donde aparece Dios está en las mismas estructuras neuronales donde dejan rastro el juego, las drogas, el amor, el sexo y el refuerzo positivo. En los cerebros de los mormones de Utah, Dios vive en el núcleo accumbens, que parece un barrio bastante malo, entre tugurios, casinos y burdeles, con callejones y esquinas para camellos. Añaden que las religiones orientales con su meditación y contemplación tienen a Dios en otra parte del cerebro, pero no aclaran si es un barrio mejor, con biblioteca, museo y un gran parque.

Por más que se estudie, el cerebro nunca deja de sorprender. Cada cabeza es un mundo, a veces un planeta extraño y lejano del nuestro. Esta explicación de los neurólogos de Utah parece arrojar luz sobre la religiosidad reforzada de Jorge Fernández Díaz, el anterior ministro del Interior, que pasó de no ser practicante a tener un ángel de la guarda llamado Marcelo en Las Vegas (Nevada, EEUU) una ciudad levantada por la Mafia, dedicada al juego y llena de locales de strip-tease que fue primera capital de CSI. Pero a lo mejor tampoco es así.

Lo interesante del descubrimiento de la residencia de Dios en los cerebros formateados con creencias occidentales es el parecido metafórico a los intentos de gentrificación (echar a los malos vecinos para que entren otros con mayor poder adquisitivo) que se han dado siempre en el núcleo accumbens por parte de todas las religiones para expulsar el juego, las drogas, el amor en muchas de sus formas, el sexo en la mayoría de ellas y el refuerzo positivo en este valle de lágrimas.