Rara vez lo que hoy consideramos patrimonio nació con esta condición. Incluso las obras de arte que hoy admiramos en los museos fueron concebidas como elementos propagandísticos, evocadoras del poder o del status social y económico adquirido por sus propietarios. Pero más frecuentemente obras hoy consideradas patrimoniales surgieron con una utilidad práctica. Este es el caso del patrimonio industrial en general, y del hoy conocido como Caminito del Rey en particular.

Aunque pueda parecer desvinculado, sus antecedentes se iniciaron con la llegada del ferrocarril Málaga-Córdoba en 1865. Sin este requisito habría resultado imposible pensar en la industrialización de una comarca, la del Guadalhorce, entonces aislada y mal comunicada. El proceso industrializador se inició en 1903 con la iniciativa del ingeniero Rafael Benjumea Burín, quien retomó la idea del también ingeniero Leopoldo Werner de aprovechar el desnivel del río Guadalhorce en el desfiladero de Los Gaitanes para instalar un salto de agua generador de energía eléctrica. Capturada el agua al inicio del desfiladero, la necesidad de trasvasarla desde un lado al opuesto a una considerable altura para conducirla hasta la central hidroeléctrica, fue resuelta por el ingeniero Eugenio Rivera. En 1904 construyó el primer puente-acueducto de hormigón armado mediante un inteligente sistema que le permitió prescindir de cimbra de apoyo. Aún hoy, ingenieros de todo el país acuden hasta este lugar para admirar una obra que constituyó todo un avance tecnológico.

La construcción de la presa de Gaitanejo -igualmente innovadora en su estética y concepción-, incrementó el tránsito a lo largo del desfiladero, inicialmente resuelto de forma precaria mediante un sistema de tablas de madera sustentadas mediante traviesas de ferrocarril incrustadas en la pared rocosa. La apertura de una fábrica de cemento portland en 1908 (la primera de nuestra provincia) para abastecer las obras hidráulicas en marcha permitió consolidar la pasarela mediante una fábrica estable y segura, denominada Los Balconcillos, pero que no dejó de impresionar y atraer visitantes que disfrutaban de la incomparable belleza del lugar.

No fueron las únicas actuaciones, pues El Chorro acogió desde 1905 una fábrica de carburo, un poblado para los trabajadores dotado de capilla y escuela, y nuevas infraestructuras hidráulicas y productoras de energía, como el embalse El Chorro primero, y los de Guadalhorce y Guadalteba y La Encantada después. La pasarela denominada Caminito del Rey desde que Alfonso XIII transitara por ella, ya sin utilidad, dejó de recibir mantenimiento y fue acusando un lento deterioro sin que visitantes y excursionistas dejasen de apreciarla, hasta que varios accidentes mortales obligaron a una clausura efectiva.

Su rehabilitación ha sido una reivindicación constante por parte de vecinos, ciudadanos y asociaciones defensoras del patrimonio cultural. Esta actuación tuvo lugar felizmente el año pasado gracias a una acertada intervención del equipo del arquitecto Luis Machuca, que ha habilitado una nueva pasarela con respeto a la original y a las exigencias medioambientales requeridas por el entorno.

Las sorprendentes cifras de visitantes -trescientos mil en el primer año- y los merecidos premios obtenidos, podrían indicar que los objetivos propuestos han sido cubiertos. Sin embargo, una gran parte de los visitantes abandonan el lugar sin saber quiénes fueron Benjumea o Eugenio Rivera, sin conocer el papel del ferrocarril en esta impresionante obra e ignorando que las arriba mencionadas u otras fábricas, como la harinera Santa Mariana o la de esencias Saisse Cavalier, no habrían existido sin la existencia de un proceso industrializador cohesionado en torno al ferrocarril y la producción de energía eléctrica.

Semanas atrás la empresa que gestiona las visitas al Caminito del Rey se promocionaba en la Feria de Turismo Interior de Andalucía celebrada en Jaén con folletos que catalogaban la visita exclusivamente como turismo de aventura. Es totalmente lícito orientar el marketing hacia todos los sectores de clientes posibles, pero obviar la naturaleza industrial de este inigualable enclave es desvirtuar su carácter y desperdiciar oportunidades de desarrollo. Afortunadamente, la Guía de Turismo Industrial recientemente publicada cataloga al Caminito del Rey como lo que realmente es: patrimonio industrial.

La reciente demolición de los restos de las fábricas de cemento y carburo constituyen un recurso perdido, pero aún existe la oportunidad de reconducir la gestión de El Chorro incluyendo su historia industrial y ampliando la oferta con los otros elementos de interés que mantienen un ineludible vínculo con la intervención en el desfiladero de Los Gaitanes. La construcción del proyectado museo de la electricidad y el centro del recepción de visitantes debe ser el primer paso, pero una gestión globalizada de todos los recursos multiplicará el impacto económico y social de forma similar a como se hace en otras partes del mundo. La cooperación entre administraciones ha dado un magnífico resultado en la rehabilitación de la pasarela. Esperemos ahora que se mantenga hasta alcanzar el máximo de desarrollo posible.

*Rodríguez Marín es profesor de patrimonio industrial de la UMA