El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, no se ha hecho lo que se dice demasiado popular entre los alemanes, un pueblo de ahorradores.

Le reprochan ésos sobre todo la política de bajos intereses que, según ellos, sólo beneficia a los países del Sur como Italia, Portugal o España.

De ahí que el banquero central italiano se vea sometido a constantes presiones para que cambie el rumbo, presiones que van sin duda a aumentar este año.

Lo presagia ya un editorial de esta semana del diario muniqués Süddeutschezeitung bajo el título de «Dé la vuelta, señor Draghi».

El problema es el repunte de la inflación que se ve ya en este como en otros países y que los alemanes, un pueblo que, a diferencia de otros, ha preferido siempre ahorrar en invertir en ladrillo, ven como una depreciación constante de su patrimonio.

Un 1,7 por ciento alcanzó la inflación a final de año debido sobre todo a la subida de los precios de la energía, y esto es algo que notarán los ciudadanos inmediatamente a la hora de calentar sus casas o llenar los depósitos de sus coches.

No es que la Alemania de la posguerra no haya conocido otros períodos de inflación, incluso más alta, por ejemplo, cuando existía el marco, pero entonces no se daba el fenómeno paralelo de unos intereses por los suelos.

Cuando los intereses son más bajos que el índice de inflación, los ahorradores pierden dinero, el que van a necesitar, por ejemplo, para su jubilación.

El total ahorrado por los ciudadanos alemanes es de más de cinco billones de euros, fortuna que, con un índice de inflación del 1,5 por ciento, se reduciría anualmente en 75.000 millones, según calcula el citado periódico.

El partido populista de derechas Alternativa para Alemania, que ha hecho bandera de su oposición a la moneda común, no se cansa de denunciar lo que califica de «expropiación» de los ahorradores, pero no está ni mucho menos solo.

Reconoce el Suddeutsche Zeitung que la política de bajos intereses de Draghi y su anuncio de que el BCE haría «todo lo necesario» para salvar el euro» ayudó a mitigar el impacto de la crisis en 2012.

La compra de la deuda de los países más duramente golpeados fue una manifestación de solidaridad por parte de la Europa más competitiva y por tanto más rica, señalan en Berlín.

Y a los ciudadanos no les preocupó demasiado el bajísimo nivel de los tipos de interés mientras no hubo apenas inflación, pero todo eso ha comenzado a cambiar, y las presiones de quienes reclaman un viraje van a ser sin duda cada vez más fuertes.

Y los defensores de la idea europea, preocupados ya por la decisión británica de abandonar la UE, van a tener a su vez dificultades crecientes para hacerse oír frente a aquéllos.