Al pueblo lo que es del pueblo y al partido lo que es del partido. Pero el partido sólo tiene sentido si se constituye como tal para el bienestar del pueblo todo, según sus propias líneas ideológicas o estratégicas de acción, no únicamente para el bienestar de sus militantes ni para el de sus partidarios y simpatizantes. Ésa es la lógica que legitima y sustancia la democracia de partidos. Por eso la contaminación partidista de las instituciones que lleva sufriendo España desde el periodo constituyente, favorecida por la relevancia que la Constitución y la posterior Ley de partidos, dieron a estos como sólido esqueleto tras la dictadura, ha mermado la credibilidad de nuestro estado de Derecho ante la ciudadanía menos tribal, dependiente o acrítica.

Cuando se te mata un hijo, o un hermano o un marido en circunstancias poco claras, como les pasó a los familiares de los 62 militares españoles desaparecidos (parte de sus restos siguen «en el aire») en el accidente aéreo del Yak 42 el 26 de mayo de 2003, ya poco o nada te importa, excepto aferrarte a su memoria y recuperar la dignidad de su recuerdo cuando se hace necesario, como tristemente es el caso. Y mucho menos te importa ya de qué partido eras, o si coincide o no con el que está en el Gobierno cada vez que vas a reclamar la responsabilidad moral de lo ocurrido y el reconocimiento patrimonial de tu pérdida. Durante estos años, al PP le sucedió el PSOE en el Ejecutivo nacional y nada pareció cambiar en ese envenenado asunto donde tantas cosas se hicieron mal, como ha venido a informar el dictamen del Consejo de Estado que, pese a no ser vinculante, ha hecho suyo el Gobierno actual, como se lo ha manifestado la ministra Cospedal a la aguerrida representación de los familiares que anteayer se reunieron con ella.

«Nos ha dado oro moral». Resulta emocionante oír esta frase en boca de una de las mujeres -más que hombres- que formaban parte de esa comitiva. A quienes han pretendido desacreditar sus demandas de transparencia argumentando que andaban buscando el dinero de más indemnizaciones (lo que, por otro lado, resultaría absolutamente legítimo), la frase les ha estallado como un torpedo en la línea de flotación de su mezquino subterfugio.

Los familiares de las víctimas del Yak 42 se han conformado con poco. Apenas la promesa de la recién nombrada ministra de Defensa de que se seguirá investigando y, sobre todo, el reconocimiento al fin por parte del Gobierno de España de que las cosas no se hicieron bien. No deja de ser curioso que sea la ministra más partidista de todas, habida cuenta de que aún sigue siendo la secretaria del PP al margen de lo que pase en el próximo congreso del partido, la que haya demostrado al fin talla institucional. O sea, la que haya escenificado la diferencia entre los legítimos intereses de partido y los intereses de los españoles a los que obligadamente se deben las instituciones democráticas, entren o no en confrontación ambos (lo que no debería suceder nunca, dicho sea de paso).

Se podrá argumentar que era la ocasión para desligarse de la herencia del ahora levantisco Aznar. Incluso que la hábil Cospedal gana peso con su diferencia de trato frente a la escenificada con frío viento de Levante por el simpar Trillo. Pero ésas son cuestiones de descreimiento adquirido que dan para el análisis periodístico de la hipocresía de la política. Y quizá a los familiares, como a cada vez más ciudadanos libres, le importe ya un pito. Hechos son amores. Y el oro moral siempre valdrá más que el oro.