Dormir a la una de la tarde por querer experimentar eso que llaman «la siesta del borrego» y que resulta que es un invento cojonudo. Leer una obra maestra desconocida por el gran público que impida separar del libro los dedos, llenos de salitre y encallecidos por los cabos, para agarrar el móvil. Estar en mitad de una carrera matutina por el paseo marítimo de Huelin, solo acompañado por la voz de Freddie Mercury, el tintineo de las llaves de casa y la respiración entrecortada, disfrutando aunque sólo sea durante unos kilómetros, de una hora de desconexión total y absoluta. Escribir este artículo intentando que quede medianamente aparente, obviando el jaleo de una redacción un viernes por la tarde y descartando párrafos que hablen de Federico Trillo y su dimisión, o su cese, o lo que sea; de los picos de la epidemia de gripe, del frío que hace y del que va a hacer la semana que viene, de los fichajes o no fichajes del Málaga CF, de los incomprensibles cambios a destiempo de Joan Plaza, de Limasa y lo mal que lo hace todo, en la calle y en los despachos; de Art Natura y aquel museo de las piedras pulidas y del poco respeto que le tiene a la gente al carril bici. Precisamente, ir pedaleando en bicicleta hacia el trabajo, esquivando señoras despistadas, turistas, hipsters con auriculares más grandes que su cabeza y señores que van por ahí porque sí, por qué no van a andar por donde les plazca. Estar en el servicio, ya sean asuntos mayores o menores, no es lugar ni momento para echar mano a un dispositivo electrónico. Activar el modo avión un par de horas, lo justo para robar los planos de la Estrella de la Muerte, irse de misión jesuita al Japón del siglo XVII o darse un atracón de palomitas y de Coca Cola mientras alguien zurra a los malos en la oscuridad y en pantalla grande. Tener el pollo en el horno. Pagar la compra en el Mercadona. Directamente: no querer hacerlo. Pedir una tercera cerveza. No querer deshacer un abrazo. Estar deshaciendo la cama. Estar comiendo. Estar fregando. Estar amando. Hay miles de motivos.

Pero, sin duda, la principal razón por que la que no responder a un mensaje de Whatsapp de forma inmediata es tener la libertad para poder hacerlo.