Mejor o peor procesados ante la opinión pública, los cismas latentes en los viejos y los nuevos partidos políticos auguran una vuelta a los matices parentéticos de la marca. La (A) de auténtico y la (R) de reformado o renovado, fueron latosa seña de las diferencias ideológicas y/o programáticas. Aznar, por ejemplo, ha cortado todos los lazos con el PP de Rajoy y acoge en el seno de FAES a los rebotados del partido que él recibió de Fraga. El próximo será Trillo, increiblemente plantado en la soberbia frente a las víctimas del Yak-42, mientras Rajoy y Cospedal se reividican a base de justicia moral y sentido común. Poncio absoluto del partido y el gobierno en el momento de la tragedia, Aznar puede estar pensando en un teológico PP (A).

Y del PSOE, para qué hablar. Tras la noche de los cuchillos largos contra Pedro Sánchez, la ruptura se viene multiplicando en personas y colectivos que no digieren la abstención en la investidura de Rajoy, locales de reclutamiento a dos pasos de la sede oficial, plataformas que se averguenzan de la larga gestión provisional y exigen elecciones internas y congreso cuanto antes, pleno protagonismo de la militancia, etc.

Susana Díaz, principal inductora del roto que masacró una mayoría y un gobierno de izquierda, impone la demora para hacerse imagen por encima de Despeñaperros, espacio donde ahora pinta poco y moviliza menos con sus tópicos de argumentario. ¿Conoceremos un PSOE (R)?

De Podemos, poco hay que decir que no digan sus líderes a diario. La capilarización tranquila de Errejón choca con el «activismo institucional» de Iglesias, y ambos tienen mucho público. Si hablan en serio de instituciones, lo del activismo es una contradicción en los términos; y si quieren ganar confianza social, comprometen su caché ante «la gente». Telón de fondo es el inmenso error de no investir a Sánchez, que remite ad calendas sus posibilidades de gobierno. Si rompen, ¿cuál de ambos se quedará con la (A)?

Finalmente, Ciudadanos acaba de sofocar la primera sedición contra el lìder. Pero existió y crecerá si Rajoy sigue ciscándose en los 150 acuerdos y dando prioridad a la connivencia con el PSOE. En caso cismático, el férreo presidencialismo de Rivera íntentará quedarse con la (A) y la (R).