Iba oyendo en Radio Clásica una canción folklórica rusa, cuando, al parar ante un semáforo, una cadencia de tambores que viene del coche de delante, con las ventanillas bajadas, le pone el ritmo justo a la canción, y en ese momento pasa al lado por la acera una mujer, con coturnos y un pantalón ajustado y colorista, cuyo contoneo marca el mismo compás. Se abre el semáforo, los coches arrancan, el nudo se deshace, giramos a la derecha, donde hay otro semáforo, vuelve del coche de delante la cadencia rítmica, ésta engancha de nuevo con la canción rusa, y ambas con el contoneo de la misma mujer, que ahora cruza la calle por el paso. La canción rusa no tenía gran encanto, la percusión era anodina y en cuanto a la mujer digamos (describo sólo) que estaba a tono con lo anterior, pero los hilos que anudan las tres sensaciones, y su repetición, han armado una composición que anima el aire.