Hace mucho tiempo que se puso de moda correr. Antes de que se pusiera (tan) de moda leí el célebre libro de Murakami De qué hablo cuando hablo de correr. Nada más acabarlo decidí comprarme unas zapatillas de deporte. Lo malo es que de camino pasé por una librería. El libro no me dio ganas de correr. Me dio ganas de leer más cosas de Murakami. A fuerza de leer dos de sus novelas de un tirón durante un par de días me engordaron las posaderas. Decidí entonces empezar a correr. Pero claro, no tenía zapatillas. Tampoco motivación. Correr a solas es lo suyo. Esa soledad forma parte de la magia, pero yo soy aún de esos que piensan que si te tomas un café sin compañía en un bar la gente te mira y piensa que eres un desgraciado que está solo en la vida.

De hecho, una vez me llevé un libro de Murakami a un café para no tener que levantar la vista y no observar si alguien me observaba. Quería correr en compañía. Comencé entonces a mirar donde se organizaban carreras populares. No he participado en ninguna pero la afición a ver dónde son se me ha quedado. Y he extraído una conclusión científica luego de años de serio estudio: hay más maratones, carreras populares, etc que ventanas. Muchas son solidarias. Por ejemplo, carrera popular para que no se deje de fabricar el anís de Salamanca. Y en ese plan. Están obligando a que para ser solidario tengas que estar en forma. O que sólo los que están en forma puedan ser solidarios. Yo no sé por qué no se organiza una cervezada solidaria o un lanzamiento de cojines solidarios o un concurso solidario de trepada a árboles. Antes la gente para tranquilizar su conciencia daba algo en el Domund. Ahora se compran un dorsal. Ya no apadrinas a un niño del tercer mundo, ahora apadrinas una botella de Aquarius por si te quedas sin líquido y fuerzas en el kilómetro cuatro. Sin fuerzas económicas me voy a quedar yo cuando pague el pantalón corto, la camiseta con transpiración correcta y las dichosas zapatillas. Esos sí, aún tengo unos calcetines de esos blancos con dos rayitas (roja y azul) arriba que pueden valerme. Si es que no se pone de moda correr por la playa. Así, descalzo. Entonces no sé qué harán los que vivan en el secano. Tal vez leer en vez de correr. O comprarse un piso en la Costa, lo cual lo mismo reactiva el mercado inmobiliario. Podrían fundar una comunidad de vecinos. Y organizar un maratón solidario.