El Ayuntamiento de Valencia quiere «avanzar en la laicidad» de la ciudad. Por eso, su alcalde pretende modificar el reglamento de honores y aportar limitaciones al callejero. Quieren, así, tener espacios públicos neutrales y exentos de connotaciones católicas.

En eso, nuestro difunto alcalde Pedro Aparicio fue un avanzado a su tiempo y, sin darse tanto bombo, fue capaz de crear un puente a la Esperanza y otro a la Misericordia sin dedicárselos a una Virgen o a un Cristo.

Lo de la nueva política es imagen por imagen, el ruido por el ruido. Ya te digo que mi libro de Filosofía de Bachillerato se convirtió en un espacio neutral así por las buenas a principios de este siglo: Tomás de Aquino y Agustín de Hipona habían dejado de ser santos para aquellos apuntes neutrales.

Digo yo que si el alcalde de Valencia pretende crear espacios neutrales modificará el callejero para no herir sensibilidades. Deberá, entonces, numerar las vías de Valencia para que los alérgicos no se sientan amenazados al entrar a alguna de esas calles con nombres horteras de flores como la calle Magnolia; tendrá que cambiar el nombre de Roger de Llòria a la calle que lleva al Ayuntamiento para que los pacifistas o los franceses a los que derrotó en 1285 no se sientan invadidos en la pretendida neutralidad de su callejero; o el alcalde tendrá que revisar y eliminar la calle del periodista Félix Azzati, que declaró la guerra a Dios y la lío alguna que otra vez en el Parlamento, y cuya vía está al final de la calle del Convento de San Francisco.

Total, que son ganas de hacer ruido y de vender proclamas sin sentido.