El embajador de EEUU. que Trump quería situar en la Unión Europea es un declarado antieuropeísta y, como es lógico, Bruselas le niega el placet. El inquilino de la Casa Blanca tendría que ser muy necio para no preverlo, o muy prepotente en la valoración de su poder. A la vista de la fanfarrona ligereza con que firma y exhibe su ración diaria de decretos reaccionarios, lo más probable es que haya querido meter un dedo en el ojo a la Europa unida, en prueba de lo poco que la respeta. Le habrán reído la gracieta impresentables como Nigel Farage o Marine Le Pen, pero no ha podido ser más burda y grosera para los europeos, incluidos los euroescépticos de buena fe.

El mitin de Pedro Sánchez en Dos Hermanas (Sevilla) ha sido un dedo en el ojo de la reina Susana, casualmente abucheada a las pocas horas en otro punto de su «Camelot» andaluz. El sanchismo, muy respetuoso en las formas pero clarísimo en la idea del socialismo de izquierda, sigue cabalgando por tierras valencianas, asturianas, andaluzas y castellonenses, donde el destronado líder demuestra una cosa significativa: pueden repudiarle los apesebrados, incluidos algunos que le jaleaban, pero ojo con la militancia. Aquellos devalúan ahora a esta militancia y magnifican de repente la «democracia representativa». Lo malo sería que el dedo de Sánchez impulsare de una vez a la andaluza a competir por la secretaría general.

Carolina Bescansa ha metido no uno, sino dos dedos, en los ojos respectivos de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Quién iba a esperarlo de la tercera en la jerarquía de Podemos. Las diferencias entre el primero y el segundo reflejan divergentes criterios interpretativos del millón de votos perdidos en el breve espacio de las dos últimas elecciones generales. Es comprensible que no quieran perder otro millón, o más, con los resultados de Vistalegre II. Pero han sido víctimas de su elixir maravilloso, el de la omnipresencia en los medios, en especial los televisuales, que han podido informar minuto a minuto de sus desavenencias. Y para acabar de arreglarlo, Echenique y Monedero metiendo cizaña. Obviamente, los dedos son armas cargadas de futuro.