Aunque antaño la lectura de signos en el cielo era una profesión respetada, hoy, por falta de titulación, es una práctica amateur al alcance de cualquiera. Los signos diurnos más claros son los del amanecer, cuando el padre sol vuelve a ocuparse de nosotros. Ayer el cielo aparecía despejado, pero algunos nimbos sueltos y muy oscuros, despeluchados como de haber pasado mala noche, lo recorrían de Oeste a Este a gran velocidad. En sentido contrario la brillante estela que iba soltando un reactor parecía atravesarlos como una blanca flecha, dejando un rastro almenado. En realidad pasaba por detrás de las nubes a una altura mucho mayor, donde ya daba de lleno el sol. Puesto que tenía la cabeza ocupada con Catalunya, quise leer que al final, por una especie de milagro, el choque que casi todos vaticinan sería también sólo una ilusión óptica. Lástima no tener título, para creérmelo.