Los candidatos a liderar el PSOE tienen más de tres meses para alimentar la insana curiosidad pública ante los conflictos familiares, lo que no avala la contribución del calendario a la recomposición del partido.

Pese a los llamamientos generales a la contención del lenguaje y los buenos modos, el anuncio de que Pedro Sánchez vuelve por sus fueros provocó ya una salida airada del número dos de Susana Díaz, reconocimiento del cálculo erróneo de quienes anticipaban que Patxi López cegaba la vuelta del líder fallido. A la manifiesta incomodidad del socialismo meridional ante el retornado hay que sumar la advertencia de Patxi López para que, si al final da el paso, la presidenta andaluza evite la tentación de usar su cargo público como plataforma en la contienda interna. Son signos tempranos de que la carrera de las primarias dará espectáculo. La total incertidumbre sobre el resultado azuza la furia de los aspirantes y cabe esperar episodios destemplados aunque no hagan ya historia como el comité del 1 de octubre.

La concurrencia de los afiliados hace impredecible el desenlace del proceso, que de resultar contrario a las previsiones de los rescatadores de octubre puede tener implicaciones políticas de hondura, como el acortamiento de una legislatura que ya nació tambaleante.

Pese al empeño de algunos insignes en negarlo, hay evidentes distancias entre las bases y las elites del partido, a las que hasta ahora ha puesto sordina una estructura interna con tres formas distintas de democracia. En esos términos describe el documento base para la ponencia marco del próximo congreso los distintos niveles de decisión interna, que van desde la representación delegada al voto directo y que, como quedó en evidencia en los meses precedentes, tienden a provocar «choques de legitimidades».

Basta mirar fuera para comprobar que la militancia socialdemócrata quiere acabar con la tibieza de unos guías a los que, en ciertos casos, corresponsabiliza de una crisis indigerible, algunos de cuyos efectos, como el empobrecimiento generalizado, pasaron de ser persistentes a irreversibles. Ese giro hacia un perfil más duro ocurrió en Gran Bretaña con la elección de Corbyn y acaba de repetirse en Francia con la designación de Hamon como víctima propiciatoria del socialismo abocado al descalabro electoral.

Sin ir tan lejos, el propio presidente de la gestora, Javier Fernández, reconocía, en su muy aclamado discurso del 14 de enero ante el comité federal, que el silencio persistente, durante todo el verano pasado, de los que luego serían los rescatadores respondía al cálculo de que quien propusieran abrir paso a Rajoy iba a recibir el castigo de la militancia. «Sabíamos lo que había que hacer, lo que no sabíamos era cómo ganar el congreso después de hacerlo», esas fueron sus palabras. Mayo desvelará si se cumple el vaticinio.