Deyverson Brum Silva Acosta, Deyverson es un delantero del Deportivo Alavés, flamante e inesperadísimo finalista de la Copa del Rey de fútbol. No es Crtistiano, claro, ni Messi, ni acapara titulares cada fin de semana a nivel nacional... hasta el pasado jueves. Cedido por el Levante, donde ya dio muestras de su olfato goleador la pasada temporada, el brasileño es larguirucho, peleón, un delantero jartible como se dice en mi pueblo. Al que estás todo el partido pitando pero que desearías que estuviera jugando en tu equipo. Ese tipo de jugador. Ese, que el pasado miércoles, nos dio una lección a todos felicitando, abrazando y consolando a la afición del rival, a la que transmitió «mucha fuerza» después de haber quedado eliminada de la Copa. Era la afición del Celta de Vigo, el equipo ante el que, curiosidades de la vida, el jugador debutó en el fútbol español. No abundan en nuestra liga este tipo de gestos, y menos en la Copa, donde ya es costumbre que cada año por estas fechas, por la absurda estupidez de no fijar a principios de temporada una sede para la final, los potenciales estadios que podrían albergar este partidazo de finales de mayo ya empiezan con las excusas por boca de sus presidentes, de sus gabinetes de comunicación o de sus aficionados. En el Santiago Bernabéu, como cada año últimamente, ya están pensando en qué sanitarios van a poner. Al final va a ser verdad lo del cagómetro; el Athletic de Bilbao -el Alavés ha pedido San Mamés por cercanía y capacidad-, que hay un concierto tres días antes y, claro, imposible, que bienvenidos a la jungla. El concierto es de Guns´n´Roses. Y el Barcelona, uno de los protagonistas, este año sí, quiere jugar en casa. Cuando el rival era el Real Madrid, en 2014, la opinión era distinta€ y también habla la afición, la del Atlético de Madrid, que se moviliza para evitar que en el último partido del Vicente Calderón no juegue su Atleti. El caso es aguarle la fiesta a dos equipos y dos aficiones en un día que mola, pese a que quienes no lo disputan consideren que es la final de una competición menor. Y en ella estará Deyverson, que entiende que se juega para divertir al público, para hacerlo disfrutar, para hacerlo sufrir, y para hacerlo sentir. Él entiende de qué va esto; los demás, los que piensan que si ellos no juegan no piensan mover un pelo por la Copa verán la final por la tele.