El 20 de enero Donald Trump tomó posesión y siete días después, a instancias de Steve Bannon, su gurú ideológico principal y expropietario de una web populista de ultraderecha, dictó una orden ejecutiva prohibiendo la entrada en Estados Unidos, por razones de seguridad, a los ciudadanos de siete estados de mayoría musulmana.

Y la orden generó un caos en los aeropuertos y un aumento no sólo de la impopularidad de Trump sino de la alarma de núcleos dirigentes de América y de otros países. Entre los gobernantes extranjeros destaca la crítica de la primera ministra británica Theresa May, la primera en visitarle y la más próxima por el apoyo del presidente al Brexit. La repulsa ya no viene del presidente Peña Nieto de México o de la ´sospechosa´ Angela Merkel sino también de los conservadores británicos que quieren salir de Europa.

Después han sido los presidentes de muchas grandes compañías americanas -desde Google a Goldman Sachs- los que no sólo han criticado la medida por razones morales sino también porque creen que va a perjudicar su desarrollo empresarial. Y el entusiasmo de Wall Street por las promesas de rebajas de impuestos y desregulación financiera va cediendo ante el temor creciente a un proteccionismo que ya dispara contra China y México.

Quizás lo más peligroso para Trump es que está enervando al mundo judicial. Un juez decretó la semana pasada la suspensión de la orden presidencial porque podía implicar una discriminación por pertenencia religiosa que está prohibida por la Constitución. Y el conflicto subió de intensidad cuando un tuit de Trump criticó al «autollamado juez» acusándole de ser el posible responsable de algún acto terrorista.

Luego ha recurrido ante un tribunal de apelación que no ha decidido con la urgencia que el presidente requería pero Trump ya ha criticado la tendencia ´liberal´ de al menos uno de los tres jueces que lo forman. Ahora Neil Gorsuch, un juez conservador al que Trump ha nominado para ser el noveno miembro del Tribunal Supremo (ahora con una vacante hay empate a cuatro entre conservadores y liberales) y que debe ser aprobado por el Senado, ha confesado a un senador demócrata que se siente desmoralizado y desconcertado por el tuit presidencial.

Pero el miércoles Trump volvió a la carga y se reafirmó en que la suspensión judicial era "equivocada, peligrosa y horrible". Es probable que el contencioso acabe ante el Supremo y cada vez más gente se pregunta si Trump está cualificado para ser presidente y depositario del maletín nuclear.