Sé que hasta en Málaga está lluvioso. Pero cuando escribo tengo la música de la película La La Land de fondo, y es tan alegre la canción Another day of sun que le he puesto ese nombre a la página. El título del muy nominado film de Damien Chazelle (autor también de la vibrante Whiplash) juega fonéticamente con la abreviatura L. A. del topónimo de la ciudad de Los Ángeles, en el sur de California, donde está Hollywood (así que la romántica peli va de perseguir sueños y todo eso una vez más). Pero se cuenta tan bonito, hay tanto amor confeso a los musicales vistos en la televisión de nuestros padres cuando aún éramos pequeños; y a los que nos bebimos luego en las pantallas de cines de barrio, hoy desaparecidos, cuando éramos jovenzuelos empecinados en soñar despiertos, que uno se olvida del lado oscuro y se deja conquistar un rato.

Vistalegre II

Y ya que llueve, ir al cine a verla podría ser una buena opción para este sábado. No le dé muchas vueltas, que «sí se puede». O, al menos, eso creen algunos, que los hacedores de Podemos podrán quedar para ir al cine juntos, tras su congreso de este fin de semana. Un congreso que puede tener la banda sonora de Los Inmortales: «Sólo puede quedar uno», se decían en esa película los guerreros en liza antes de cortarse la cabeza. O no, como les diría su «querido» Rajoy (aunque no le quieran tanto, no es no, como dice Pedro Sánchez que él no le quiere a sus militantes). Quizá en Podemos ya no pueden ni ir juntos al cine. Este sábado que parpadea con luces moradas de carnaval, quienes sí pudieron construir de la nada una potente herramienta electoral, para que el ciudadano harto sí pudiese apretar las «tuerkas» a los partidos establecidos, corren el riesgo de abrirse el pecho en canal. Pero ante ese desgarro político no compete sólo el histriónico ejercicio de rasgarse las vestiduras, conviene analizarlo con frialdad.Iglesias y Errejón

Uno no cree justo, como se hace por deporte desde los medios, tachar de viejo partidismo lo que sucede en la formación morada. Su traumática catarsis parecía inevitable para pasar definitivamente de herramienta social con carácter asambleario a partido político con músculo institucional. La esperanza política que produjo el nacimiento de una respuesta nueva, en apariencia intelectualmente capacitada y sin prejuicios ante el poder, con la intención de higienizar lo corrompido, y con su sorprendente éxito electoral a cuestas, había de enfrentarse al hecho de que no hay cielos que asaltar pero sí un duro suelo sobre el que rehacerse tras darse el costalazo contra la realidad. El desgarro morado se produce entre la deriva de un carismático Pablo Iglesias hacia la izquierda más convencional y callejera según la lucha de clases (que ya tenía claramente residual el techo electoral o muy bajo); y la transversalidad del mensaje sin etiquetas de que nadie sobra para regenerar el sistema de Errejón, siempre en el marco del creciente desequilibrio entre los que están cada día más arriba y quienes les miran cada vez desde más abajo.

El patito morado

No se trata, por tanto, de una simple pelea de gallos, ni de la repetida desunión de las izquierdas, a mi parecer. La licuefacción de la estructura socioeconómica actual difícilmente responde a esos esquemas. Podemos está ante el ajuste, ya veremos si trágico, de su enorme crecimiento excesivamente rápido para haber sido equilibrado. En este mundo líquido, Podemos es sin ser una pujante ave acuática, nacida de la degradación política, económica y social del estanque sobre el que, como en el cuento del patito feo, podría terminar siendo el esperado nuevo cisne político o el viejo ganso partidista de siempre. Lo que resulta difícil profetizar ahora es, de oca a oca, a Podemos qué es lo que le toca. La pregunta es: ¿mantendrá el ya partido morado a sus votantes sin la transversal materia gris de su segundo o sin el liderazgo mediático de su primero, si es que el orden de ambos aún sigue siendo ése?

El charrán popular

Pero no crean, que tampoco el charrán popular tiene claro dónde poner los huevos para evitarse sobresaltos. El congreso del PP pretende ser brillantemente aburrido, por estable, frente a quienes querían hacerles sombra con su foco morado el mismo fin de semana. El PP no se mueve del 33% de las pasadas elecciones según los últimos sondeos. Pero hay piar interno contra la continuidad en el cargo de mamá pollito Cospedal, quien ha llegado fuerte de alas a su precipicio orgánico tras su actitud como ministra con las familias del Yak 42. También hay graznidos sobre el mar de fondo de la trama Gürtel (ayer se conocían las primeras condenas de cárcel a los cabecillas y a una ex consellera valenciana del gobierno popular) Y algunos revoloteos incómodos por conocerse ahora el presunto entramado de Rodrigo Rato para choricear millones de euros a Hacienda siendo todavía vicepresidente del Gobierno. Así que La La Land...

Porque hoy es sábado.