Ningún montañero ha sido capaz hasta ahora de alcanzar la cima del Everest, con sus 8.848 metros de altitud, en pleno invierno y sin la ayuda de oxígeno artificial. Hoy afrontará cómo atacar la cumbre en tales circunstancias el vizcaíno Alex Txikon. Quiere ser el primero. Ya se encuentra a 7.400 metros de altura, en el campo 3, y dos sherpas, Nurbu y Cheppal, le acompañaron hasta dicha cota durante la jornada de este domingo.

«Muy fuerte físicamente y muy motivado psicológicamente». Así describía ayer su equipo la situación con la que se halla el montañero de Lemoa. El objetivo para este lunes es ascender a los 7.950 metros de altura, de ver el mundo a sus pies en el mismísimo collado sur del techo planetario de entre los techos de este globo cada vez más caliente.

Ayer ya hubiese Txikon haberse encontrado con algo más de calor allá arriba. A 35 grados bajo cero, lamenta que tenga para estos próximos días la temida amenaza del viento. Ese fenómeno meteorológico multiplica el riesgo de congelación: la sensación térmica puede alcanzar la barrera de los 60 grados bajo cero.

Se empeña la especie humana en situarse más allá de sus límites. Desafiar las barreras de lo imposible ha permitido a la humanidad pisar cada vez más lejos. Pero la montaña se cobra en vidas tanto desafío. Aseguran los expertos que el Everest alberga más de 200 cadáveres en su denominada «zona muerta», el tramo situado entre el campo 4, a 7.950 metros, y el mismísimo cielo, la cima más alta del Himalaya.

En ese trayecto la aclimatación se vuelve complicada. El cuerpo tiene que intentar adaptarse a sobrevivir con un tercio menos de oxígeno de lo habitual. Ese indeseable mal de altura que algunos hemos podido «saborear» a las faldas de alcanzar la cima del Mulhacén (en aquellos tiempos heroicos del axárquico Grupo del 17), por encima de los 8.000 metros de altitud sitúa al escalador en serio peligro de muerte. Roturas o congelaciones se unen, cuando el viento se convierte en el peor aliado, a las tan temidas avalanchas.

El montañero en tales circunstancias es consciente de que una simple caída al suelo, en caso de quedar bloqueado y no poder levantarse por su propio pie, le puede dejar allí para siempre. En dicho tramo desapareció en 1982 el intrépido Peter Boardman. Fue encontrado diez años más tarde. Se había quedado sentado y sus ropas fueron fundamentales para poder identificarlo. Una inscripción en una piedra recuerda desde entonces que allí perdió la vida.

Los restos humanos son testigos mudos de las hazañas de quienes en estos tiempos aspiran a superar las gestas de quienes se quedaron en la «zona muerta». En la misma ruta sur que ahora afronta Txikon se localiza desde 1997 el cuerpo que es conocido como «botas verdes». Así se identifica por el color tan llamativo de su calzado. Se trata de un montañero hindú, Tsewang Paljor, que falleció de frío junto a otras siete personas. Cualquier escalador que se atreve a alcanzar por esta ruta la cumbre se ve obligado a pasar a menos de un metro de ese cadáver.

Txikon, a través de su equipo de comunicación, expresaba ayer cómo afrontará desde hoy la parte decisiva de su aventura: «Durante toda la última ascensión desde el campo base hemos encontrado escaleras caídas, zonas que se habían derrumbado y otras que habían sido barridas por las avalanchas de los últimos días, y con parte del equipamiento montado previamente que ha habido que renovar».

Ni siquiera ha perdonado esta montaña a quienes lograron alcanzar en primavera la cima sin oxígeno. El matrimonio de aventureros integrado por Francys y Sergei Arsentiev consiguió su reto el 22 de mayo de 1998. Mientras bajaban, en plena oscuridad nocturna, ambos perdieron inconscientemente el rastro del otro. Al día siguiente serían vistos por otros expedicionarios, separados y con dificultades para evitar la congelación. Ninguno sobreviviría.

Hoy es un día marcado en el calendario. Txikon tiene ante sí la gesta de su vida. Una gesta capaz de romper límites no superados por ningún humano. Pero también es un día señalado para los periodistas de Andalucía, que en Torremolinos entregaremos los premios anuales a las gestas deportivas de 2016. Muchos de los galardonados, héroes anónimos en su día a día, brillarán hoy con luz propia. ¡Va por vosotros, valientes!