Un hombre ha sido detenido en Málaga por cobrar durante diecisiete años la pensión de su abuela fallecida. Diecisiete. Luego hay quien dice que la prensa se ha alejado de la realidad y de la calle. No veo asunto más interesante por más vueltas que le doy a las noticias del día. Del sucedido podemos extraer varias conclusiones. Eso sí, extraer dinero del cajero, ya no. La más regocijante a mi juicio: la picaresca no ha muerto. Otra no menor: nunca alabaremos bastante el importantísimo papel de los abuelos en el sostenimiento económico de las familias. Ya no es que lleven a los chaveas al parque, los recojan del colegio, les limpien los culos, les proporcionen la merienda o los guarden a buen recaudo mientras los papis se llegan al cinematógrafo o a algún restaurante a cenar. No. Es que además pagan después de palmar.

Seguro que la abuela hubiera estado de acuerdo en el proceder del nieto, por lo demás ya talludito, 47 años, como para seguir necesitando el abuelil sueldo íntegro, que una cosa es necesitar un empujoncito para llegar a fin de mes, como nos pasa a todos, y otra muy distinta, beneficiarse una pensión enterita mes a mes, otros ingresos aparte. No juzguemos, no obstante. Ya lo hará la Justicia, que antes de nada (como si no tuviera abuela) se ha puesto flamenca y le ha pedido al señor en cuestión 200.000 euros. La pareja de este hombre también ha sido detenida, dado que presuntamente conocía el proceder de su marido. O sea, no eran como la infanta o Ana Mato.

A uno le da por pensar que este hombre es un adelantado a su tiempo y que se ha tomado la justicia por su mano. Mejor dicho, la pensión por la patilla. El fraude atañe a la Seguridad Social, entidad que está a punto de defraudar también, al menos las esperanzas, de todos los que tenemos más de cuarenta, dado que a lo que se ve, la pensión a recibir cuando nos jubilemos podría ser parecida, en valor, aunque no en apariencia, a un mojón, que como usted amable lector sabe es un hito de piedra que señala el kilómetro en la carretera. Ya no se usa. Lo mismo que no se usan las pensiones decentes. El defraudador tiene una entrevista, una historia, el público ansía conocer su motivación. Y la cuantía de la pensión. Cuantía que bien sabía el banco. En estas historias siempre hay un banco de por medio. Son especialistas en fraudes. No sólo en realizarlos, también en descubrirlos. 17 años sacando pasta del cajero. Una pensión ya para este hombre. Se lo ha trabajado.