Sorprende la ingenuidad con la que se hacen cábalas sobre el espacio político de los partidos (Podemos, en este caso) a partir de la opción que ha resultado mayoritaria en un Congreso, como si se fuera un asunto de pura geografía, una realidad física susceptible de medida, demarcación y reparto. Sorprende teniendo en cuenta que la experiencia reciente enseña que el electorado, en todas partes pero también aquí, se ha convertido en un mutante, que se transforma en otra cosa en función de las condiciones objetivas y subjetivas del momento. Pero sorprende sobre todo a la vista de la capacidad acreditada por algunos líderes para mutar a la misma velocidad, a tenor de la demanda sociológica, adaptándose a ella. Lo que cuenta, en este escenario, es el control del aparato y sus terminales, para poder ajustar los mecanismos de la verdad política a la temperatura ambiente en tiempo real.