Vivimos tiempos muy revueltos. En muchos aspectos de la vida. Uno de ellos, y muy importante, tiene que ver con la violencia en la escuela. De hecho, basta echar un vistazo a nuestro alrededor, para sospechar que un gran número de jóvenes, que lo experimentan todo, viven a tope, se llenan de cosas materiales, hacen lo que les da la gana y carecen de disciplina, pueden llegar a la conclusión de que este modo de vida no tiene ningún sentido. A los 10 años son incapaces de mirar su mundo como algo bello ¿Y a los 13? con ganas resabidas esclavizan a padres, abuelos, maestros y a todo aquel que se le ponga por delante. Según el profesor de Historia del Pensamiento en la Universidad de Massachussets, Avelino García Alonso, la desestructuración de la familia, con los jóvenes solos en casa, acostumbrados a vivir sin disciplina, dificulta mucho la tarea de los educadores. En nuestro país, pasa otro tanto de lo mismo. Los casos de acoso escolar van en aumento, quizás, según los expertos, debido al cambio en la sociedad que implica una pérdida de valores o que las familias, muchas veces, delegan toda la responsabilidad de la educación en la escuela. Y es que en nuestro entorno, hoy, abundan los padres, agobiados de trabajo, que apenas tienen tiempo para estar con sus hijos y tratan de suplir esta carencia con regalos y actividades extraescolares, a menudo superfluas, para mantenerlos ocupados y distraídos. Piensan que así les ofrecen una formación completa. Pero, ¿dónde queda el plano emocional? Porque la educación incluye, además del estudio de diversas materias, reglas de urbanidad y convivencia, hábitos positivos y valores morales. Y todo ese proceso se inicia desde el mismo momento del nacimiento. Pero, ¿se puede educar sin autoridad? ¿Que usted está pensando que es algo nefasto y terrible? Pues dígame cómo lo hace. Porque tenga en cuenta que no estoy hablando de autoritarismo, sino de autoridad y ésta, la autoridad bien entendida, implica servicio. O sea, actuar con habilidad, empatía y comprensión, organizar, prever, escuchar, atender€ Pero, claro, para ponerla en práctica, se necesita paciencia, tesón y esto requiere tiempo y atención continuada, que, por otra parte, no tenemos, en esta sociedad acelerada, porque la aceleramos nosotros. Y quizás, como no tenemos tiempo suficiente para atender a nuestros pequeños, una vía muy sencilla para disculparse, es dándole unas largas vacaciones a la autoridad.