Esta última semana Málaga ha dado juego. Las inundaciones del pasado fin de semana, la cumbre franco-española o el deshoje de margarita sobre si el alcalde de Málaga agotará o no su mandato. El pasado lunes en un desayuno en el hotel NH salió que sí, que aguantaría estoicamente hasta el final, pero de aquí hasta que llegue el momento habrán tantas margaritas a deshojar como hojas tiene el calendario, hoy agoto, mañana no, y mientras nos agotamos.

De todo esto hablaba ayer con mi viejo amigo Jacinto, su semana también fue intensa, tan intensa como las últimas 30 a pesar de que en su pueblo, Cortes de la Frontera, no hubo inundaciones, no lo visitó ningún presidente europeo y su alcalde no deshoja ninguna margarita, su apego al sillón le impide tener la vergüenza torera de entregar la vara de mando. Sin duda no le resulta incómodo cruzarse cada día con 54 vecinos, trabajadores del Ayuntamiento, que no cobran su salario desde el mes de julio.

Mi amigo sí está triste, no es para menos. A sus 52 años y más de 30 como empleado público del Ayuntamiento de Cortes de la Frontera creía tener sus habichuelas aseguradas cada mes. Su sueldo de 1.280 euros mensuales no es que le diera para mucho, pero menos es nada y nada es lo que tiene ahora. Desde el mes de julio no lleva un euro a casa.

Me impresionó cuando me dijo que a pesar de no cobrar «los ciudadanos no tienen la culpa y que trabaja para ellos como siempre lo ha hecho». Pero como bien dice Jacinto «él tampoco tiene la culpa de la mala gestión», ni su familia, ni su madre que con 81 años y una pensión de apenas 700 euros tiene que pagarle la luz, comprarle comida y preguntarle cada día por qué si tiene un trabajo no le pagan. Para Jacinto no es justo que le tengan que ayudar para comer su madre, vecinos o hermanos. No es justo no, Jacinto no lo es.

Para Jacinto la Navidad ha sido triste, difícil, esperando la nómina que no llegó pero, no para comprar regalos, sino para hacer frente a los pagos vencidos del préstamo que ya ha pedido al banco. Él se pregunta hasta cuándo tendrá que tomar un diazepam para medio dormir aunque como sigue relatando «cada mañana te despiertas y no ves la luz».

Son 54 jacintos los que día a día trabajan por su pueblo de la serranía de Ronda con la misma entrega a sus vecinos como cuando llevaban el sueldo a casa. Se preguntan hasta cuándo podrán aguantar y aunque el tiempo sea incierto, su vocación de servidores públicos no lo es. Como bien me decía Jacinto, ellos siguen trabajando con la «única satisfacción de servir a sus vecinos». Su alcalde no deshoja ninguna flor, no vaya a ser que le toque dejar la poltrona.