Es verdad, en ocasiones la aplicación del Derecho no parece ir de la mano del sentido común o de la idea de Justicia que tiene la mayoría de los ciudadanos. Pero que sepa el Derecho, dicho con absoluto respeto al principio de seguridad jurídica y a la necesidad de tipificación de la norma en la que se apoya su aplicación, que sólo los interesados asumirán por justo lo que no lo es. Cada pifia que se cometa con una sentencia injusta o cuando ante delitos semejantes se utilice la doble vara de medir alimentará un poco más el descrédito del sistema. Si a eso le sumamos la intencionalidad constante, a diestra, en medio y siniestra, de reinterpretar lo que sucede mediante los distintos altavoces para mayor renta electoral de unos u otros, lo de Trump y el brexit o la amenaza de Le Pen o los mal llamados populismos será sólo el principio...

Black y Nóos

Pero el sentido común nos advierte de que si utilizamos una tarjeta sin cortapisa que se nutre de dinero público, algo estamos haciendo rematadamente mal y sólo nuestra codicia -por mucho que nadie nos pare los pies- impide que nos suene el despertador moral. La mayoría de los poseedores de tarjetas black, en el asunto Caja Madrid y luego Bankia, terminaron tan acostumbrados a utilizarlas que podrían haberse retado a ver quién la sacaba más rápido a la hora de pagar o de sacar dinero del cajero. Ese mismo sentido común, y cierto sentido de la justicia, también nos avisa de que debemos asumir la especial responsabilidad de no utilizar nuestra posición de privilegio para forrarnos, delito mediante, manchando gravemente la institución que nos avala, por ejemplo la Casa Real, pasando, incluso, por encima de la ética más humanista a la hora de crear una fundación (FDCIS) de ayuda a niños discapacitados para engañar a Hacienda y evadir la pasta a Belice. Y encima optar por vivir en Suiza, en el imaginario colectivo un paraíso de los secretillos bancarios...

Por el sentido común

Uno no le desea daño a nadie. Tampoco se apunta uno a la demagogia fácil, porque cuando se ha vivido se ha aprendido que en los matices y el profundo conocimiento de las circunstancias está más la verdad que en lo aparente y en lo pretendidamente emocional, como ocurre con ese cacareado neologismo de la ‘posverdad’. Y cierto es que las condenas llamadas ejemplarizantes abren brechas indeseables, generando agravios comparativos que también hieren gravemente la credibilidad en la Justicia. Incluso eso que llaman «alarma social» tiene mucho que discutir. Pero el sentido común alerta y no falla, y a algo habremos de agarrarnos entre tanto intento manipulado en este batiburrillo de interesada confusión. Así que a por el sentido común, aunque sea el menos común de los sentidos (como dicen que dijo Horace Greeley, periodista y político norteamericano del siglo XIX), y aunque el sentido común sea un depósito de prejuicios que se forma en la mente antes de cumplir los 18 años (como dicen que también dijo Einstein, a quien pronto le atribuirán hasta la frase del anuncio del Cola Cao).

Llueve barro

Ayer, el sol secaba el barro que ha llovido en Málaga. Y como barro seco quedarán las declaraciones del saliente fiscal jefe de Murcia, Manuel López Bernal, en la SER sobre las presiones que ha estado sufriendo por luchar contra la corrupción. Pero la desconfianza está instalada. Unas declaraciones que deberían haber movilizado a la sociedad y al fiscal general del Estado sólo movilizan las trincheras habituales. Y ha sido la propia fiscalía la que ha ordenado sustituir a algunos fiscales, incluido el de Murcia, precisamente cuando los titulares se agolpan con la imputación del presidente murciano. El sentido común, sumado a la creencia de que todo está «partidizado», debería haber advertido a quien toma una decisión como ésa en un momento como éste de que resultaría, cuanto menos, sospechosa. O la desconexión con la realidad es brutal, o todo vale frente a una sociedad saturada e impávida y el asunto es lo que parece.

Semana en blanco

Y no hay mucho tiempo para más. El martes es el día de Andalucía, se acaba febrero y es Semana Blanca. Los padres no sabemos qué hacer con nuestros hijos, a quienes nos gustaría criar de verdad y no al salto de mata en este mundo donde abochorna la desigualdad creciente -por la que nos ha vuelto a regañar Europa-. En este mundo donde Telefónica (empresa privada muy heredera de lo público) le da una pensión de 54 millones de euros y un sueldo «especial» al exjefe Alierta, aunque alerta de haber ganado un 13,7% menos de beneficio el año pasado). En este mundo donde muchos empiezan a pensar si merece la pena trabajar -quien puede hacerlo- con sueldos tan bajos y con esos horarios infames que tiene la mayoría de quienes no son funcionarios. En este mundo donde los abuelos pagan el pato obligados a ser padres de nuevo, pero ahora de sus nietos. En este mundo les deseo un buen marzo...

Porque hoy es sábado.