Estoy leyendo un artículo que hace referencia a que cada vez es mayor el número de hombres que realizan el test de paternidad -cuya fiabilidad, por cierto, arroja una certeza del 99,9%- para comprobar el parentesco con sus supuestos hijos. ¿Y saben adónde me conduce esto? Pues, sencillamente, a reflexionar acerca del poder de "lo femenino". Porque, vamos a ver, ¿quién es capaz de encajar las piezas de este puzle? Pues, sencillamente, la madre. Desde los años sesenta, con el advenimiento de la píldora contraceptiva, se pudo separar el sexo de la reproducción, lo cual permitió a la mujer no solamente disfrutar de su sexualidad, sino también controlar de lleno la natalidad. Porque ella lleva el peso fuerte de la contracepción. Y conoce el funcionamiento de sus ciclos menstruales. Y, desde luego, quién es el padre de sus hijos. ¡Enorme poder el de las mujeres! Pero la cosa no termina ahí. Si el siglo pasado fue el de la liberación sexual, el siglo XXI será el de la supremacía del óvulo, ya que se va a poder prescindir del hombre en la fecundación, al poder reemplazar el espermatozoide por un gameto inmaduro o incluso por una célula somática, pero de la mujer no, porque se precisa un óvulo maduro. De hecho, cuando se realice la clonación, dos mujeres podrán tener hijos biológicos mediante la fertilización de dos óvulos, uno de cada miembro de la pareja, o clonándose una de las dos y realizando el desarrollo del embrión en el útero de la otra, o de ambas a la vez. ¡Extraordinario el poder del sexo femenino! Parece mentira que, con todo este poderío, haya mujeres que convivan con hombres coléricos, agresivos, incapaces de comprender que nadie es posesión de nadie y que ambos tienen los mismos derechos. Urge, por tanto, rehabilitar a estos «patrones enfermos», atender a esas mujeres -amas de casa, universitarias, clase baja, media o alta, todas están incluidas- y, por supuesto, cambiar la mentalidad en ambos sexos, pero ya desde la escuela, para que la mujer deje de estar alienada por el hombre y que comprenda la relación de igualdad en todos los aspectos que debe existir en la convivencia. Entretanto yo me quedo con una frase que he escuchado en más de una ocasión en la consulta: «Que se fastidie el muy tontorrón; él hará lo que quiera, pero el segundo no es hijo suyo».