Cuando en Puerto Rico se celebran los cien años de la ciudadanía estadounidense, merced a la Ley Shaforth-Jones de 1917, este pequeño estado del Caribe sobrevive en una dicotomía identitaria sobre la que se impone de manera casi inevitable su pasado español. En su discurso del pasado día 28 de febrero ante el Senado de Puerto Rico, el gobernador Ricardo Rosselló Nevares celebraba el centenario de la ciudadanía norteamericana y auguraba la salida definitiva al colonialismo con la incorporación plena en los Estados Unidos de América. Sin embargo, nada hacía presumir en la calle que ése fuera un proyecto colectivo. Mientras en el Senado, los partidarios del partido gobernante favorable a la integración definitiva aplaudían el discurso anexionista, fuera, en la calle, la ciudad de San Juan, al igual que el resto del archipiélago, celebraba los días de carnaval ajena a lo que ocurría en la sede institucional.

En las elecciones de 2016, la sociedad puertorriqueña había votado mayoritariamente al Partido Nuevo Progresista (PNP), otorgándole el 41.76 % del electorado frente a Partido Popular Democrático (PPD), partidario de mantener el statu quo del Estado Libre Asociado, que obtuvo el 38.94% de los votos. Cualquier analista puede comprobar que esa diferencia no está determinada por el aumento de una mayoría de la población favorable a la anexión de Puerto Rico a Estados Unidos, sino al descontento por la acción de gobierno del Partido Popular Democrático durante la última legislatura. El sistema casi bipartidista, en el que las principales opciones se reducen prácticamente a dos, la alternancia en el poder se debe a razones locales, más que a proyectos supranacionales. El desgaste lógico que por la acción de gobierno puede sufrir el actual partido en el gobierno, unido a la política excluyente de Estados Unidos respecto a Puerto Rico, que puede ser agudizada en la era Trump, dará al traste casi con seguridad al proyecto gubernamental actual, y la victoria de nuevo al partido popular, más cercano y atento a la idiosincrasia hispana de Puerto Rico.

El partido que Luis Muñoz Marín, gobernador de Puerto Rico entre 1948 y 1964 y fundador en 1952 del Estado Libre Asociado, creara en 1938, sigue teniendo la simpatía de la mitad de la población puertorriqueña. Por cuya razón, es más que probable que la condición de Estado Libre Asociado se mantenga todavía muchos años. Lo que cansa verdaderamente a la población de Puerto Rico es la incapacidad de sus políticos para acabar con el colonialismo real actualmente imperante, que lo ha conducido a una crisis económica galopante y a una emigración masiva. Más de cinco millones de puertorriqueños viven actualmente en Estados Unidos, mientras que solo tres y medio viven en el interior.

La herencia española sigue estando muy viva en Puerto Rico, lo que se aprecia fácilmente caminando por las calles de San Juan, o tan solo conversando con sus habitantes. El anterior gobernador de Puerto Rico, Alejandro García Padilla, en su intervención en el Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado el pasado año en la ciudad de San Juan, afirmaba: «Somos un pueblo que con 117 años de relación política con los EEUU sigue hablando, sigue escribiendo, sigue rezando, sigue soñando, y sigue queriendo en español». Para José Nieves Seise, presidente del Movimiento de Reunificación de Puerto Rico con España, durante su intervención el pasado mes de noviembre en la Comisión de Descolonización de la ONU, Puerto Rico sigue siendo un pueblo histórico de España en el Caribe. La primera provincia autonómica de España que, "mientras en Cuba se libraba desde 1895 una guerra de independencia, en Puerto Rico se celebraba la unión de la isla con su nación y el logro alcanzado por la carta autonómica. Ese logro -añadía José Nieves- se traducía en poderes económicos para la provincia, poderes que no tenemos hoy bajo el estatus colonial de Estado Libre Asociado".

El futuro de Puerto Rico está sin duda aún por trazar, el futuro de un pueblo admirable, un trozo del corazón de España que sigue latiendo en el Caribe como en ningún otro lugar de pasado español, pero que debe aspirar a tener su camino propio. Cualquier proyecto de independencia futura, opción quizás no desdeñable, debería contar con el apoyo expreso de Estados Unidos, actual potencia administradora, y de España, que debe seguir manteniendo una relación estable y duradera con Puerto Rico.

El pasado día 28 de febrero, inaugurábamos en la Universidad Metropolitana de Puerto Rico la sede del Aula María Zambrano de Estudios Transatlánticos de aquella universidad, que se pone en marcha gracias a la iniciativa y a la colaboración de la Universidad de Málaga, donde ya funciona un aula homónima, y que pasa a formar parte de una red que trata de fomentar y consolidar las relaciones transatlánticas en los ámbitos de la formación superior y de la investigación, pero que también aspira a contribuir a estrechar los lazos históricos, sociales y culturales entre Puerto Rico y España.

*Juan Antonio García Galindo es catedrático de Periodismo de la Universidad de Málaga