Hay que ir a ver la plataforma. Dios sabe cuándo volverá. Las plataformas son así: muy de llegar por sorpresa. Luego las desencallan y nadie sabe cuándo volverán a ser traviesas, a desamarrarse del barco que las remolca e irse a su aire. Mejor dicho, a su mar. Más bien a su orilla.

La plataforma seguirá hasta la próxima semana en Benalmádena, cerca del casino Torrequebrada. Razón de más para probar fortuna allí. Hay que hacerse un selfie, fotografiar a una suegra (tenga en cuenta que eso es inmortalizarla) con la plataforma detrás, llevar a los chaveas a verla. Disfrutar de ese oleaje lamiendo los pilares de la base, ese agua salpicando, ese espectáculo de unos cachos de hierro incrustados en la naturaleza marina, morada nueva ahora tal vez de un boquerón con miedo al mar abierto, refugio quizá de sardinas o quién sabe si de bivalvos.

Hay que ir a ver la plataforma y rezarle por sacarnos de nuestra rutina y cotidianeidad. Todo un fenómeno esta plataforma, más épica que la ola del melillero. Un plataformón envidia de provincias vecinas que han de conformarse con costas monótonas o secarrales, tal vez olivos o montañas que se dan de tortas con el mar, vulgo acantilados. La construcción, usada para fabricar bloques de cemento para obras en alta mar, se separó del barco que la transportaba, el remolcador portugués Monte da Luz, debido al mal tiempo y fue a la deriva. Y ha elegido la Costa del Sol. Benalmádena. Es una plataforma pero tiene gusto de turista fino. Su emplazamiento es estable y no supone ningún tipo de peligro, dado, además, el cambio que se ha producido en el clima, con cese de las fuertes rachas de viento registradas durante el fin de semana. Hay que plataformear, verla de cerca, ser conscientes de que esto es como un cometa, que lo mismo ya no regresa hasta dentro de setenta años. Todos calvos. O no. Quién sabe. Hubo otra plataforma hace poco, lo recordarán, en Málaga, de otro tipo, que llegó por voluntad propia (y de su remolcador) con destino a mares lejanos del norte. O sea, que los más afortunados por estos lares tienen ya dos plataformas en sus retinas y en el carrete de fotos del teléfono. Plataformismo de primera. Urgen más plataformas, sobre todo en fin de semana, que nos dé cachondeo y ocio gratis y novedoso. Es mejor que un circo. Bien podría haber un turismo de plataformas, la costa de las plataformas, plataformas con habitaciones y hasta suites e incluso restaurantes. En fin, son ideas que no deberían ir a la deriva.