El bar de Twitter sólo se queda en los titulares. No importa el fondo, sólo las formas: «¡No te lo vas a creer!», «No te pierdas la impactante foto de...» Buscar el gancho, un titular muy por encima del contenido. La gente se queda con que Jordi Cruz tiene a gente trabajando sin cobrar, pero no entra a leer qué más hay detrás. Se utiliza que Carmena tiene a becarios sin cobrar en su Ayuntamiento, pero no interesa saber que son sólo cuatro horas al día y dependiendo de un funcionario (es decir, formación supervisada en toda regla).

El clickbait o ciberanzuelo se nos está yendo de las manos. La superficie, la fina capa superior, la escoria o la espuma que sobra. La sociedad tuitera es presa de la primera impresión, sólo interesa el chascarrillo, la posibilidad de una isla de fama fugaz por el retuit.

Twitter y el análisis pausado son antónimos. La red social es puro líquido y eso se nota en el público. Los 140 caracteres no dan para reflexiones... excepto que se quiera. Lo que vende es ser tuitstar y dejar chistes sobre lo que está pasando ahora, pero también hay cuentas salvables a las que vale la pena seguir.

¡Increíble! Hay quien usa los medios sociales para algo más que para nada. No son los que más seguidores tienen ni los que más índice Klout tienen, pero son esos por los que vale la pena mantener la aplicación en el móvil.

Debajo de toda la nada de la nata que sobra en el puchero hay consistencia y alimento. Pero escarbar no nos parece, en general, un trabajo apetecible. Preferimos alimentarnos del alpiste superficial.

¡No te lo vas a creer...!