Una de las ocho azafatas empleadas por una firma de bebidas durante el torneo de tenis Conde de Godó de Barcelona ha denunciado las condiciones en las que tuvieron que trabajar con minifalda y manga corta a pesar de la ola de frío que coincidió con el torneo la semana pasada. Cuenta la joven que, aunque protestaron y pidieron algo de abrigo porque la temperatura llegó a bajar a los 12 grados, la firma que las contrató solo les permitió ponerse medias o una chaquetita encima de los hombros para no tapar la marca de bebidas serigrafiada en la camiseta, por lo que algunas de las jóvenes han acabado enfermando. Dado que, tras su denuncia en Catalunya Ràdio, su agencia ya le ha dicho que no volverán a contratarla, la trabajadora se ha liado la manta a la cabeza y ha criticado el uso de las mujeres como ella como floreros: «Siempre somos chicas. Chicas con minifalda y enseñando carne y, si pasamos frío, es igual». Efectivamente, colocar a mujeres jóvenes y guapas al lado de los deportistas sin más misión que enseñar curvas y sonreír como anuncio de una determinada marca es una práctica habitual, hasta el punto de que sólo se comenta en casos como este cuando las obligan a estar quietas con una camiseta y una faldita contrastando con el público que se ve en las fotos bien abrigado.

Tras la denuncia de esta joven, en las redes sociales muchos internautas se han despachado a gusto afirmando que, cuando una mujer acepta un trabajo de este tipo, ya sabe cuál es su papel y cómo se tiene que vestir, igual que un directivo de una empresa va con traje y corbata aunque haga 40 grados. Olvidan que, tal como anda el patio, cualquier trabajo es bienvenido y que los principios están muy bien siempre que uno tenga para comer. Culpabilizar a estas jóvenes por aceptar este trabajo y pretender que no reivindiquen sus derechos es como defender que los mineros, por el hecho de aceptar entrar a la mina, no exijan más protección o no luchen por mejorar sus condiciones laborales. El problema no es que hayan asumido un papel de mujer objeto a cambio de un salario si no tienen otra opción, sino que las empresas sigan recurriendo al reclamo de dos pechos y una minifalda para vender sus productos. Si lo hacen es porque funciona, y eso es lo alarmante.