La de Macron es sin duda una gran victoria para la idea de Europa, al ser Francia uno de sus dos pilares principales. Además el hecho de haber nacido y crecido (muy deprisa) fuera del útero de los partidos abre la puerta a un modelo de populismo blanco, no lastrado de demagogia ni sospechoso de acabar en autocracia. Ahora bien, su corto pasado en política, unido a su misma ligereza y ausencia de ataduras, son factores de fragilidad, y sería fatal que cualquier accidente político desplumara este mirlo blanco. Esto quiere decir que Macron es un respiro para que Europa arme un nuevo proyecto, en el que tenga en cuenta el propio clamor de cambio que en todos los países da alas a sus enemigos. El viejo modelo de liberalismo económico y apertura al mundo no aguantará mucho, y o Europa monta, como Unión, un proteccionismo de baja intensidad, o Macron será pan para hoy y hambre para mañana.